Hugo Rangel Vargas
“Según algunos registros, casi un centenar de países han entrado en crisis (en el último cuarto de siglo); y lo peor, muchas de las políticas recomendadas por el FMI, contribuyeron a la inestabilidad global. El FMI incumplió su misión original de promover la estabilidad global.”; así de lapidario sentencia Joseph Stiglitz el fracaso del Fondo Monetario Internacional como parangón del de las demás instituciones del sistema financiero internacional.
Este fiasco estructural es el que ha dado marco al resultado del referéndum que ocurrió el pasado domingo en Grecia en donde un contundente 61 por ciento de los ciudadanos decidieron optar por rechazar las medidas de austeridad que habían estado exigiendo los últimos años al gobierno helénico la Unión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI); la llamada troika.
La negociación entre estas instancias y el gobierno de Grecia había llevado a la reducción hasta en un 40 por ciento de las jubilaciones de los griegos, la exigencia de superávits fiscales que habían sido respaldados por mayor carga tributaria a los contribuyentes de aquel país y a la demanda intransigente del cumplimiento de las obligaciones financieras de esta economía con diversos organismos internacionales, situación que por ejemplo llevaría al gobierno helénico a pagar al FMI mil 600 millones de euros a finales de este mes.
Tras siete años de las medidas de austeridad, las consecuencias para la economía de aquel país han sido nefastas: el producto interno bruto decreció en 25 por ciento, siendo el año más cruento el 2011 en donde la contracción alcanzó casi el 9 por ciento; la tasa de desempleo abierto es del 25 por ciento y entre los jóvenes esta cifra alcanza más de la mitad de la población; las jubilaciones, principal sustento de más de la mitad de los hogares en Grecia es un foco de tensión en las negociaciones con la troika, aún cuando el 42 por ciento de los jubilados están por debajo de la línea de pobreza; más del 20 por ciento de los niños en Grecia no tienen cubiertas sus necesidades alimenticias según datos de la UNICEF.
Este es el tamaño del boquete de la economía griega que pese las condiciones de contracción tiene encima el látigo de los acreedores con quienes tiene una deuda de 320 mil millones de euros que equivale al 177 por ciento de su PIB y entre quienes se encuentran fundamentalmente diversos países socios de la Unión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional.
Las negociaciones entre la troika y el gobierno helénico permanecen, sin embargo el resultado del referéndum ha dado al habilidoso líder Alexis Tsipras un nuevo punto de respaldo para que se reconsideren las condiciones en las que estos organismos internacionales acuerdan un tercer rescate financiero con dicho gobierno.
Mas allá del resultado y de la ruta que tracen los griegos junto a Tsipras, queda clara la corresponsabilidad moral de la troika en la crisis de Grecia en la medida en la que otorgaron créditos al gobierno de este país conociendo las condiciones económicas y las consecuencias del sobreendeudamiento, responsabilidad que se acentúa después de 7 años de políticas de austeridad que sólo han agudizado la dependencia de la contraída economía helénica en relación a recursos provenientes de préstamos.
El pueblo griego ha elevado a una magnitud nunca antes vista la discusión sobre la viabilidad de los fundamentos del sistema financiero global tal como se conoce hasta ahora. Las incondicionalidad de la colaboración de los países en crisis para corresponder a las “ayudas” que brindan los organismos internacionales, lo caprichoso de las condiciones que imponen los funcionarios de estas instituciones a los gobiernos locales y la visión corporativa que priva en los perfiles de éstos, muchas veces vinculados a las grandes corporaciones financieras mundiales; son puntos de ésta crisis que sin embargo tiene cargo al sufrimiento de millones de griegos y de ciudadanos de otros países que han padecido la indolencia de un sistema ya colapsado.
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