martes, 26 de noviembre de 2013

Autodefensas en Michoacán, una incómoda rebeldía

SM Rico

En estos últimos días a las orillas del río Lerma, específicamente en los límites de Jalisco y Michoacán, se han encontrado hasta el momento, los restos de 48 personas. Este caudaloso río, sin duda un lugar relacionado con el paso a la otra vida, ha atraído la atención de los medios por el macabro hallazgo; descubrimiento, producto de una investigación relacionada con la desaparición de dos agentes federales. 

Este hecho sin embargo pone en evidencia de nueva cuenta una actividad común del crimen organizado mexicano: las “narcofosas”, lugares de muerte y desolación que igualmente son ocupadas por pobladores, migrantes o delincuentes y que nos dejan nuevamente una macabra postal de lo que viven los michoacanos día a día.

Una fosa abandonada; no es la única por descubrir, muchas más faltan por ser encontradas y muchos están por morir. ¿Quién los encontrará?

Otra parte de nuestra realidad la ocupan los grupos de autodefensa, que ubicados en varios estados del país, operan fuera de la ley, pero buscando a los que la transgreden; sin embargo, para el gobierno federal, ya sea en voz del secretario de gobernación Osorio Chong, o del procurador Murillo Karam, la atención está centrada mediáticamente en el hecho de que la aplicación de la ley debe de empezar por la erradicación de estos grupos y no por la de los añejos delincuentes.

Para los tres niveles de gobierno, es necesariamente molesto que la gente se muestre tan cotidianamente ante los medios informativos, en el extremo de la desesperación y en el límite de su fastidio.


De igual manera, el grupo de autodefensa como tal, significa una incómoda rebeldía para el Estado, pues su fuerza no está dirigida hacia una idea subjetiva, sino al hecho de suplir el poder institucional, dada su incapacidad para cumplir la función de proporcionar seguridad a sus habitantes, lográndolo de una manera más puntual con los pocos elementos con que cuenta.


Por el voto y la confianza, contratamos a un monstruo para que nos protegiera de otros peores que él, pero hoy en día, nuestro Golem está comiendo en la misma mesa que los criminales; el contrato social se ha roto y las armas parecen el único camino, pues la idea de crear un verdadero pasaje hacia algún lado ya no es real, la realidad es más bien, un camino hacia el precipicio.


El narcotráfico es un negocio de millones de dólares; pero el producto del trabajo de los pobladores, sus esposas e hijas, el derecho de piso y la vida misma, son moneda de cambio y consumo frecuente de aquellos que tienen poder. Y así, día a día el silencio y la impunidad crecen; el hastío y la
angustia llevan a las armas en busca de justicia, pero no la encuentran ahora, ni la encontrarán en el largo plazo.


La fuerza de las autodefensas radica, en parte, en la conquista de la voluntad y la esperanza de los pobladores abandonados al simple discurso burocrático de “el asunto se está atendiendo” o al de “queda mucho por hacer, pero seguimos trabajando” y es entonces que municipio por municipio, la gente toma la decisión de vivir fuera de la ley o morir lentamente en el estado de derecho.


Increíblemente para Fausto Vallejo, el problema solo se encuentra en cinco municipios: Tepalcatepec, Vista Hermosa, Aguililla, Chinicuila y Tancitaro. Este último, exhibido recientemente a la luz de los medios informativos, como un lugar en donde la población huye y como refugiados busca cobijo con el párroco local.


Por otra parte destacan las acciones emprendidas del doctor Juan José Mireles, presidente del Consejo Ciudadano de Defensa de Tepalcatepec y que a su vez forma parte del Consejo General de Autodefensas y Comunitarios de Michoacán. El Dr. Mireles es un personaje cada vez más frecuente en los medios de comunicación y en videos subidos a las redes sociales y que sirve de ejemplo de organización y supervivencia ante los numerosos grupos criminales de la entidad.


Un corazón lleno de tristeza y desesperación, en medio de una estructura carente de orden y de honradez, es motivo suficiente para que cualquiera llegue a tomar las armas. Los campesinos, los comerciantes y pobladores en general, tienen causa y tienen propósito; es lo que les han quitado y lo que les roban de sus vidas diariamente, lo que los impulsará a seguir adelante aunque oficialmente sean considerados como criminales también.


A lo largo de los años los grupos criminales michoacanos, han logrado gran poder, gracias a la conquista, no solo por la fuerza, sino por la afinidad con sus víctimas. Han logrado hegemonía gracias al poder de las armas, la amenaza, la manipulación sectaria y por presentarse como autoridad en cada municipio; aunado a esto, han financiado a autoridades de los tres niveles y candidaturas para asegurarse impunidad.


Por otra parte las víctimas solo tienen sus historias de vida, lo poco que les han dejado en dinero y dignidad, y la determinación de convencer a otros como ellos, y a los que aún son víctimas, de empuñar un arma y empezar una difícil lucha contra todo este añejo sistema de complicidades.


La iglesia, en su representación local, discute el tema, pero sus palabras valen tanto o menos que las de cualquier ciudadano o cualquier víctima; pues son los sometidos al chantaje, el robo, el secuestro, la trata de personas y el asesinato de sus familiares, los que intentan ser escuchados y sin embargo, solo son atiborrados de palabras y promesas.


¿Qué poder realmente gobierna en Michoacán? Es muy probable que no sea el poder del pueblo, sino el del crimen organizado. El gobierno federal sabe que la seguridad en el país, es deber de las instituciones, de alguien más sería inadmisible, pues la historia nos recuerda que un poder que vincula por una causa, el poder de la unión, es un poder que se extiende y que trasciende cualquier cosa, incluso la autoridad del Estado.

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