SM Rico
Fotos: Miguel Carrillo
Surgieron prácticamente con el nuevo sexenio, a
comienzos del presente año en el municipio de Ayutla en la región de la Costa
Chica de Guerrero; como esperando el momento oportuno, como si lo que hemos
visto en los medios todos los días nos preparara para verlos como algo normal y
justo; como una prueba más de que debemos de hacer algo.
Son parte del hartazgo que en general se vive
todos los días en el país; son grupos de pobladores de comunidades alejadas y
que viven el desamparo y el olvido salvo en época de elecciones. Estos grupos
en ocasiones armados ya sea con herramientas propias de sus labores diarias o
con armas de fuego, han aparecido a la luz de los medios, realizando acciones
policiacas, incluyendo retenes y detenciones sin que la autoridad parezca
tomarlos en serio.
En algunos casos realizan retenes, y en otros
formando grupos, a partir de cierta hora, patrullan su comunidad armados con lo
que pueden, sin seguir un código, sin recibir órdenes de autoridad alguna, sin
necesidad de restricciones. Simplemente avanzan y buscan en su idea de justicia
lo que ellos consideran delictivo y cuando lo encuentran simplemente “actúan”.
Parece que lo justifican amparándose en los ya
conocidos usos y costumbres de estas alejadas comunidades mexicanas. Y es
lógico y parece correcto a simple vista la aparición de estas autodefensas en
un gobierno en el que en sus primeros cien días, las ejecuciones y “levantones”
aumentaron y que hasta ahora es mayor de 3, 100 muertos tan solo en el primer
trimestre.
Han sido meses mediáticos,
meses llenos de mensajes televisivos, pero meses en los que el cumplimiento de
las promesas y los compromisos parecen ser más a futuro que en el día a
día.
Uno de los primeros grupos se autodenominó Unión
de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero, posteriormente se fueron
uniendo una a una, diferentes comunidades adyacentes a la primera comenzando de
sur a norte; de ahí aparecieron en el estado de Morelos, en los municipios de
Tetelcingo y Tenextepango, para días más tarde aparecer en Oaxaca ya no solo
para combatir a la delincuencia sino para tratar de aminorar los abusos del
mismo ejército y la policía estatal.
Actualmente estos grupos sin estar comunicados
entre sí, han logrado una inevitable extensión, llegando a por lo menos una
veintena de municipios en nueve estados de la República entre los que se
encuentran: Chihuahua, Morelos, Jalisco, Veracruz, Michoacán, Tlaxcala, Estado
de México, Oaxaca y Guerrero en donde existen por lo menos veinte del total de
los detectados hasta el momento.
Sin embargo la idea de autodefensa por parte de
los pobladores de las comunidades no es nueva pues este modelo ha existido
desde tiempos anteriores a la Revolución mexicana, en territorios que
organizaron, por sus propias costumbres y tradiciones, autoridades que
vigilaban la seguridad de sus pobladores, tanto de criminales como de autoridades
del gobierno que trataran de perjudicarlos y que con el tiempo fueron tomando
forma de instituciones con autoridad y códigos de conducta claramente
establecidos entre sus integrantes.
Un ejemplo de esto se puede ver
precisamente en el estado de Guerrero; por conducto de la Coordinadora Regional
de Autoridades Comunitarias y Policía Comunitaria (CRAC-PC) que lleva al menos
17 años en funciones; con la diferencia de que ellos están constituidos de
manera oficial y asientan sus decisiones y proceder con el aval de sus
comunidades.
Existe entonces una clara diferencia entre estas
colectividades que buscan crear instituciones alternativas que estén más
acordes con los intereses propios de sus localidades y los intereses de los
grupos indígenas y sus derechos, y los llamados grupos de autodefensa, que
encapuchados y con arma en mano tienen en sus actuaciones, más un tono de
amenaza y venganza, que de prevención y reeducación de los infractores con
trabajo comunitario, como las tradicionales policías comunitarias.
En este sentido existe un antecedente más,
sucedió en los años noventa, pero en Colombia donde surgieron con similares
argumentos las llamadas Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) las cuales,
financiadas por particulares y gente del gobierno en turno, tuvieron un
lamentable destino al convertirse en un grupo paramilitar más al servicio de
sus propios intereses transformándose, de una supuesta solución, a un mayor
problema y realizando peores actos delictivos que los que supuestamente
pretendían combatir.
Posiblemente el desinterés de las autoridades
mexicanas en controlar el surgimiento de estos grupos podría obedecer a un
intento por obtener un mayor presupuesto de la federación por concepto de
seguridad, dinero que nunca llegaría a su destino y se perdería en la
maquinaria burocrática como ha sucedido tantas veces en el pasado.
¿Pero cuál es la verdadera razón de su
existencia? ¿Será un auténtico acto de desesperación de estas comunidades o una
excusa para la intervención privada en la seguridad pública en el interior del
país? ¿Será una prueba de la complicidad de las autoridades con los grupos de
narcotraficantes que tienen controlado gran parte de México?
Esta es la primera parte de un artículo más
extenso y de una realidad más compleja, situación que no mejora pero que si va
quedando en el silencio. Al parecer en la primera fotografía de la nota se
presenta una contradicción, sin embargo no es así; el ejército se encuentra
ahí, pero el Estado simplemente no aparece por ningún lado. Las tropas solo
pasan, aparecen para la foto y luego pasan. Sin embargo queda presente una
pregunta: ¿a quién cuidan en realidad?
Articulo publicado en Revista Lithoral 9016 en junio de 2013
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