viernes, 1 de noviembre de 2013

Un pueblo sin poder: un Estado fallido

Mario Samuel Rico*


Veladoras es lo que queda por poner en Michoacán, pues han pasado los años, los partidos políticos, las estrategias militarizadas y nada cambia, Estado fallido o a punto del colapso es Michoacán y la vida de sus habitantes ha pasado a segundo plano desde hace muchos años.  

El narco es un negocio de millones de dólares; pero el producto del trabajo de los pobladores, sus esposas e hijas, el derecho de piso y la vida misma, son moneda de cambio y consumo frecuente de aquellos que tienen poder. Y así, día a día el silencio y la impunidad crecen; el hartazgo y la angustia llevan a las armas en busca de justicia, pero no la encuentran ni la encontrarán en el largo plazo.

Un Estado ineficiente, que junto a otras instituciones, como la iglesia, se muestran públicamente entre lo oportuno y lo oportunista, buscando la unión de todos, manifestando una falsa hegemonía. Sin embargo es necesaria la unión que lleve a superar la amargura de los hechos vividos, de los familiares perdidos, de los cuerpos humillados y las bolsas vacías.

Un corazón lleno de tristeza y desesperación, en medio de una estructura carente de orden y de honradez, es motivo suficiente para que cualquiera como pueblo llegue a tomar las armas. Los campesinos, los comerciantes y pobladores en general, tienen causa y tienen propósito, esta sería la verdadera homogenización.

Fausto Vallejo los considera minoría, no solo a los armados sino a los que han sufrido por las carencias e ineficacia de su gobierno ausente, pues son solo una parte del estado; desde hace casi un año, las autodefensas improvisadas sacan a los criminales de algunas comunidades, pero reciben como respuesta del gobierno: la cárcel y la etiqueta de criminales.

¿La desaparición de poderes será el siguiente paso? ¿Qué poder gobierna ahí? No es el poder del pueblo, sino el del crimen organizado. El gobierno federal sabe que la estabilidad debe provenir del Estado, de alguien más, sería inadmisible para ellos, pues la historia nos recuerda que un poder que vincula por una causa, el poder de la unión, es un poder que trasciende cualquier cosa, incluso al Estado.

*Comentario al artículo: Michoacán una bomba de tiempo, por Hector Tenorio

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