SM Rico
Prisioneras de la barbarie, víctimas
frecuentes o moneda de cambio, las mujeres en la guerra y en especial
las más jóvenes, siempre han estado en desventaja, en cada confrontación
lo han sido y en la actualidad nada ha cambiado; solamente la manera de
llamarlas.
Pobreza, ignorancia,
fundamentalismo y una leve caricia de la prosperidad por las industrias
petroleras transnacionales, llenan a la legendaria África de sinsabores y
dolor, hundiéndola en el olvido; hasta que noticias como ésta salen de
proporción y nos recuerdan que la corrupción y el financiamiento de las
oposiciones extremistas solo dejan imborrables huellas en la vida de los
inocentes.
El pasado mes de marzo
apareció la advertencia, su nombre: Abubakar Shekau, líder de la
organización islamista radical nigeriana Boko Haram, cuyo nombre podría
traducirse como: “la educación occidental es un pecado”. Por medio de un
video, el grupo terrorista en palabras de su dirigente, advertía sobre
el próximo secuestro de niñas en sus propias escuelas.
Su propósito, derrocar al
gobierno actual presidido por Goodluck Jonathan he imponer en su lugar
un gobierno radical aplicando la Sharia (Sharia al Islamiya) o senda del
Islam, la cual entre otras cosas no permite la educación de las mujeres
y aunado a esto, la liberación de sus compañeros que han sido apresados
en años recientes.
A nombre del gobierno, Mike
Omeri, Coordinador del Centro Nacional de Información, ha confirmado que
el gobierno nigeriano considerará “todas las opciones” para traer de
regreso a la totalidad de las niñas secuestradas; una opción no válida
para negociar por más dolor en un principio, pero que al paso del tiempo
se plantea de manera velada.
Ocurrió en un internado
cercado por áridas calles y construcciones derruidas; era difícil que
pasaran desapercibidas a los perpetradores; tienen enormes ventanas para
mitigar el calor y solo la sombra de los árboles para protegerse del
sol intenso; los edificios son de un color como el de la arena, igual
que a la del piso; instalaciones que protegidas por armas, al final por
armas fueron tomadas.
Sucedió aproximadamente a las
21:00 del 14 de abril pasado; el lugar, una provincia nororiental de
mayoría cristiana, en el Internado Gubernamental de Niñas de Chibok, en
una comunidad en donde el analfabetismo y la pobreza abundan; ya sea por
el dogma o ya sea por la pobreza, la población es prisionera de su
hogar y está lista para convertirse en víctima.
Las instalaciones bajo
custodia militar, no pudieron hacer frente al objetivo de los
fundamentalistas, que armados y en mayor número los sometieron,
provocando la muerte a dos de ellos y llevándose aproximadamente a 200
niñas en camiones. Ellas sin saberlo, los abordaron en medio de la
oscuridad, creyendo que eran sus guardianes quienes les daban estas
indicaciones, sin saber que a partir de ahí todo cambiaría en sus vidas.
No es la primera vez que ocurre y
tal vez no sea la última que pase, pues ya en noviembre del año pasado,
las fuerzas especiales rescataron a otras niñas de un intento de
secuestro similar a éste que si se consumó, dejando al gobierno del
estado de Borno, del cual forma parte Chibok, en la necesidad de evacuar
otros internados por el temor de próximos ataques de los islamistas.
Qué mayor dolor puede haber
que el enterrar a nuestros hijos; saber que están muertos, que nunca más
volverán; pero aun peor, es saber que son parte de una vida de dolor y
sufrimiento, en la soledad y en el olvido; formando parte de una vida
vacía de la que no los podremos rescatar.
Al atardecer de los hechos,
apareció un nuevo video, el mensaje era claro, las niñas cantando,
mostraban a sus padres como habían sido convertidas al Islam; cantaban y
recitaban entre líneas su cautiverio, la vida que terminaba y la vida
que tendrán desde ahora. Abubakar Shekau, advirtió que las vendería como
esclavas y exhortó a las mujeres del lugar que se casaran pronto;
además sentenció que los ataques continuarán.
Mohammed Yusuf, el
anterior líder de este grupo, fue abatido hace 5 años por las fuerzas
nigerianas; desde entonces por lo menos 3000 personas han sido víctimas
mortales en diversos actos terroristas en todo el país, incluyendo por
igual escuelas, iglesias o mercados sin que el gobierno tenga la
capacidad de proteger a sus habitantes y mucho menos de responder
efectivamente contra ellos.
Al parecer las niñas
podrían ser divididas en grupos y repartidas a lo largo del país para
ser vendidas como esclavas en el mercado negro; de ser así cubrirán su
vida y sus cuerpos con largas telas y con amargos recuerdos.
Al otro lado del mundo,
mandatarios, primeras damas y famosas, están al pendiente de lo que
ocurre, y con vistosos letreros, firmas en páginas de internet y el hashtag: #BringBackOurGirls
claman por su liberación y su regreso, sin embargo, son más notorios,
vendibles y conmovedores, que útiles para la realidad de la situación,
pues no llegan más allá de sus cómodos reflectores.
Los secuestradores se
dirigieron posiblemente a algún lugar del país vecino Camerún, sin
embargo, no se sabe en realidad donde podrían estár. En palabras de las
víctimas; gracias a que los camiones que las transportaban tuvieron
averías, algunas de ellas pudieron escapar entre los arbustos para
contar la desventura de su cautiverio.
Un tanto más que 53 niñas
ha logrado huir de alguna forma, cuatro la última vez; Estados Unidos
ha enviado ochenta militares a Chad, Reino unido apoya con expertos e
inteligencia y otros países incluyendo Francia apoyarán con asesoría sin
intervenir militarmente en el país.
Ahora preocupadas, las
grandes potencias no son el artífice de las bondades, ni la policía del
mundo como piensan los ingenuos, sino todo lo contrario. La búsqueda de
recursos naturales y beneficios económicos, han provocado de una forma y
de otra, estas calamidades.
La intervención es la
respuesta y la corrupción el arma con que opera, las petroleras
transnacionales han financiado a grupos armados para mantener a raya a
sus antagonistas y para mantener influencia en el gobierno; compran la
voluntad y el silencio; la naturaleza es afectada por la contaminación,
en especial la de los ríos, y las poblaciones por el poder de los grupos
favorecidos con armas y dinero.
Estos grupos extremistas no
nacen de la nada, sino como consecuencia de un interés empresarial o
político, y entre muchas cosas más, seguirán haciendo de las mujeres una
moneda de cambio.
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