martes, 2 de febrero de 2016

Anotaciones

Leonardo Tenorio Rivera

Imagen de Planeta de Libros México
A propósito de los artículos que Pedro Salmerón Sanginés ha dedicado a Francisco Martín Moreno a lo largo de todo este mes en La Jornada, considero:

Que es cobarde procurar una discusión poniendo por delante a otros autores: Lorenzo Meyer, Josefina Zoraida, Taibo II y el calumniador profesional Olimón Nolasco, ante quienes Salmerón supone que todo el mundo se persigna como lo hace él, cosa que no es así, venturosamente.

Que es risible la visión que Salmerón quiere imponer (hasta constituirse en un censor) de la historia política de México, en particular la del siglo XX, que al parecer es la única que conoce, y según la cual los “buenos” (Zapata, Cárdenas, todos los líderes del ’68, etc.), son perfectos y no cabe formular acerca de ellos insinuación alguna, ni es válido permitirse razonar respecto a las contradicciones en que incurrieron como humanos que fueron, tanto más en las complejas coyunturas en que se desenvolvieron. Ni se debe tampoco hacer suposiciones ni análisis sobre los resultados de sus acciones, como no sea para seguirlos exaltando a la manera del régimen autoritario que durante décadas ha hecho uso de esos y otros nombres “sagrados” para asegurarse el monopolio del poder político.


Que es verdad que Zapata trató de negociar con Victoriano Huerta, por mucho que pese a quienes han hecho del caudillo del sur el objeto de su veneración (como Salmerón, quien así abdica las facultades críticas que recomienda); que es verdad que Pablo González fue manipulado por Carranza, al grado de sublevarlo contra el gobierno federal cuando Madero aún ejercía la presidencia de la República; que es verdad que Obregón perdió un brazo en la Batalla de Celaya; que es verdad que hay versiones que afirman que Rodolfo Fierro murió cruzando un río a caballo.

Que es penoso que estos sean los únicos asuntos de carácter histórico que Salmerón ponga sobre la mesa a lo largo de sus tres colaboraciones a La Jornada. ¿Qué acaso no sabe nada sobre el siglo XVI, XVII, XVIII o XIX? ¿Por qué precipitarnos de lleno en su fantasía bipolar de los buenos contra los malos, para lo cual es óptimo el coraje vivo del pasado inmediato?

Que es contraria para la República la imposición de esta visión de la historia y de la política. Nociva y ridícula, y que en este como en otros aspectos de su supuesta “crítica”, Salmerón abandona la profesión de historiador, pues no se percibe por ningún lado, entregándose de lleno a su papel de articulista de La Jornada, cuando no de enmascarado defensor del gobierno en turno, que es lo que acaba siendo.

Que es tramposo atribuir a otro (como hace con Martín Moreno) afirmaciones que éste no formula, sólo con el objeto de poder, enseguida, “devastar” el supuesto dicho de su (también supuesto) enemigo personal. De hecho es irresponsable que un historiador de la estatura a que aspira Salmerón (con poco más que su afán protagónico) no cite textualmente y no señale con precisión las páginas a las que se refiere.

Que es gracioso que no advierta (Salmerón) que con diatribas como las que publicó, tan alejadas de los libros y tan centradas en las personas, lo único que consigue demostrar es a) que confía en el uso de la prensa para la destrucción de reputaciones;  b)  que su interés no es histórico; c) que tiene miedo de discutir sin el apoyo del contingente respectivo de Vacas Sagradas y sus Canonizadas Opiniones, y; d) que no tiene ningún respeto por los esfuerzos de aquellos que, no siendo parte del “gremio” se atreven a abordar los temas que cree de tratamiento exclusivo de los agremiados.

Que es tonto haberse dado a la tarea de criticar México Engañado sin haber leído siquiera el Libro de Texto de la SEP, a cuyo análisis está dedicado el libro de Martín Moreno. Cuando el libro de texto que ha puesto en circulación el gobierno de Peña Nieto sea reconocido, como lo será, como el peor flagelo dado a los niños de México, entonces Salmerón podrá dimensionar cuán tonto fue proceder así.

Que es infame no hacer ninguna alusión al libro de texto vigente, hoy obligatorio para millones de niños, la mayoría de los cuales no tiene otro lugar donde “cultivarse”, considerando más productivo arremeter contra el autor de la única crítica que se ha formulado a esta herramienta de (malformación de la niñez y por lo tanto de la ciudadanía (me refiero al libro de texto VIGENTE).

Que es tramposo evadir la responsabilidad que como simple ciudadano tiene de revisar (aunque no le paguen) los libros de texto y los programas educativos, tanto más cuanto que ejerce de formador de opinión y especie de activista, defensor y apólogo de los desprotegidos.

Que es calumnioso decir que Martín Moreno ha obrado acorde con Peña Nieto cuando precisamente lo que revela México Engañado es que este gobierno mediocre, de vividores sin educación, está causando, con el libro de texto daños irreparables en los niños de México.

Que es patético que un diario nacional preste sus páginas a un polemista de tan escasos méritos literarios.

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