Jorge Mújica Murias
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No hay muchos mexicanos en Canadá. Unas 90 mil personas, más
o menos, dijeron que son mexicanos o descendientes de mexicanos en el último
censo y residen en el país al norte de México del Norte. Históricamente, los mexicanos no necesitaban visa para visitar Canadá. Necesitaban lana para ir,
porque queda bien lejos, pero la entrada era libre.
Hasta 2009, cuando aprovechando la libertad de entrada, y el
hecho de que Canadá recibía refugiados libremente, hasta refugiados económicos,
de pronto entraron 5 mil mexicanos pidiendo asilo.
Se sumaron a 13 más que lo habían pedido en años anteriores.
El gobierno derechista de Canadá cerró su frontera a los mexicanos, exigiéndoles
visa.
Pero después de las elecciones, el izquierdista Primer
Ministro de Canadá, Justin Trudeau, declaró que como “Canadá y México son
miembros del Tratado de Libre Comercio para América del Norte, no debe haber
barreras entre sus ciudadanos”. La apertura incluye refugiados, dice Trudeau,
“que estén huyendo de la persecución en cualquier país del mundo por cualquier
razón”.
Hace un par de meses, antes de las últimas elecciones,
Canadá ofreció visas exprés para mexicanos que ya tuvieron visa anteriormente,
o sea visas para turistas y para gerentes de compañías que hacen negocios allá
al norte.
La entrada exprés para inmigrantes calificados duplica el
número de profesiones que pueden solicitar, entre ellas para gerentes
financieros, de comunicaciones, comerciales, de radiodifusión, directores
financieros, de recursos humanos, gerentes de compras, seguros, bienes raíces y
servicios de salud, encargados de la construcción, gerentes de construcción y
renovación de casas y docenas más, incluyendo geocientíficos y oceanógrafos,
ingenieros civiles, mecánicos, eléctricos y electricistas y del petróleo.
También programadores de computadoras y profesionales del servicio de la salud.
Luego, como parte de una reestructuración de su sistema de
inmigración, Canadá se acaba de lanzar a lo que alguna vez se llamaba “robo de
cerebros”. No solamente visas, sino que Canadá ofrece residencias exprés
permanentes para cubrir puestos de trabajo para los cuales no hay trabajadores
canadienses disponibles. Según el gobierno, la entrada exprés hará lo que su
Programa de Trabajadores Extranjeros Temporales no ha podido hacer, asegurar de
que los inmigrantes calificados se establezcan en Canadá para satisfacer sus
necesidades de mano de obra.
Pero Hay Un Pero…
Pero como en todo, hay un pero. Desde 1966 México y Canadá
firmaron el Acuerdo de Trabajadores Agrícolas de Temporada, por medio del cual
el gobierno mexicano recluta y envía jornaleros a las regiones del país que
tienen escasez de mano de obra. El programa opera por períodos de ocho meses,
cuando Canadá no está bajo nieve, y se puede renovar por un año. Es acuerdo
entre gobiernos, y se pensaría que como son legales, estos trabajadores no son
tan explotados ni maltratados como los indocumentados en Estados Unidos.
Pero no hay nada más lejano a la realidad. Con papeles y
todo, a los mexicanos en este programa les va como en feria en Canadá, y bien
legalmente. “Los ambientes de trabajo niegan las protecciones laborales, los
derechos y la capacidad de organizarse de manera efectiva y de negociar
colectivamente”, denuncia el sindicato de Trabajadores de Alimentos, UFCW, lo
que lleva a la superexplotación de los trabajadores agrícolas migrantes.
La falta de protección se argumenta con que hay que proteger
a las pequeñas granjas familiares, y su mejor protección es negarles derechos
laborales, de salud y de seguridad a sus trabajadores.
Nomás que “la granja familiar es una reliquia del siglo XIX
y principios del siglo XX”, dice UFCW, y en pleno 2015 son casi inexistentes y
lo que impera es un modelo completamente industrial, con grandes extensiones de
tierra y maquinaria moderna.
Obviamente, igual que en Estados Unidos, los trabajadores
canadienses no están dispuestos a hacer el trabajo por los salarios ofrecidos y
sin derechos, así que se llenan los requisitos del Tratado de contratar
solamente trabajadores internacionales cuando no hay mano de obra disponible en
la región. Es, obviamente, un círculo vicioso muy tendencioso y bien
estructurado. Exitoso, porque más de 45 mil migrantes laboran en el campo
canadiense, tres veces más que hace una década.
Bajo el Tratado, se le asigna a cada migrante un patrón
específico, lo cual prácticamente los esclaviza porque el miedo a perder el
trabajo y la visa de trabajo hace que no denuncien los abusos laborales o los
accidentes típicos del trabajo agrícola. Además, a los trabajadores les
descuentan, por nómina, el seguro de desempleo, pero nunca tienen oportunidad
de usarlo porque al terminar la cosecha los patrones los mandan de rebote a
México hasta el próximo año, sin que se agote la residencia temporal que les da
programa.
Ya que Trudeau trae las pilas puestas, debía modificar el
Tratado y permitir que los trabajadores agrícolas pidan su residencia
permanente y que sus permisos de trabajo queden abiertos para cualquier empleo.
Ojalá y su reforma no se quede en sacar de México algunos miles de gerentes…
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