Pablo Gómez
Imagen de veracruzanos.info |
La Suprema Corte de Justicia de la Nación (nombre largo)
deberá dentro de poco recibir a dos nuevos ministros o ministras. Por fortuna,
el debate ya ha empezado. ¿Qué clase de personas deben llegar a ese tribunal?
La Corte tiene 11 lugares, de los cuales dos son ahora ocupados
por mujeres pero una de ellas va a
retirarse. Lo lógico sería que las dos vacantes fueran ocupadas por
mujeres de tal forma que la composición de sexo de la Corte alcanzara tres
mujeres y ocho hombres, lo cual seguiría estando lejos dos conceptos: equidad
numérica de género y empoderamiento de mujeres. Con el nombramiento de dos ministras,
los cartones no se emparejarían pero no estarían tan desbalanceados.
A lo anterior se suma la preocupación sobre el perfil de las
mujeres que han ser ministras. Si éstas fueran personas que reproducen al
género como algo “natural” aunque en verdad sea la construcción social de una
relación de poder jerarquizada, entonces no se habría avanzado un milímetro y
con probabilidad alta tendríamos una regresión. En cambio, si las nuevas
ministras se ubicaran en el campo de la lucha a favor de los derechos de las
mujeres y de la igualdad, entonces habría un cambio en la Corte.
Otro tema es el directamente político. En Italia, por poner
sólo un ejemplo, la militancia política está prohibida a los jueces. En
realidad, este aspecto aporta a la necesidad de evitar que quienes dicen el
derecho lo hagan bajo presiones políticas de cualquier clase. No está mal este
concepto por más que resulte insuficiente. En México es preciso reivindicarlo
con toda convicción.
El tercer problema es el amiguismo. Los presidentes de la
República buscaban con frecuencia que amigos suyos llegaran a la Corte aunque
no fueran personas idóneas. Lo lograron siempre. Ahora, bajo el programa
restaurador de Peña Nieto, el amiguismo adquiere nuevos bríos. El embajador en
Washington, Medina Mora, llegó por sorpresa a la Corte a pesar de haber sido
procurador, es decir, uno de los principales violadores sistémicos de los
derechos humanos. Pero Medina Mora ayudará al transexenismo, el cual es el programa de Peña Nieto.
Lo que se ofrece como más factible es que Peña y el PAN tomen
cada cual un lugar con lo que se podría producir un desastre en la integración de
la Corte, tanto porque sería un cuoteo político pernicioso como porque se
produciría un nuevo acto de unidad trascendente de las derechas.
En realidad aquí la izquierda parlamentaria tiene un papel muy
reducido y no está mal que así sea porque Medina Mora pudo haber sido rechazado
con el voto en contra de tres senadores de ese bando los cuales se
desaparecieron a la hora de las definiciones, es decir, del voto. Los
protagonistas principales en esta coyuntura deberán ser los movimientos, grupos
y corrientes progresistas y feministas, tanto dentro como fuera de la academia.
Todo ese conglomerado de sujetos políticos debería unirse bajo una misma
plataforma para dar otro sentido y lograr otro desenlace a la hora de la Corte.
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