Gonzalo Vázquez Mantecón
Hace apenas unos días una amiga de Tijuana, a quien le vendí dos fotografías, me hizo un depósito de cien pesos en la ventanilla de Banco Azteca. Luego de tomarse la molestia de hacer fila en un banco que no era donde ella tenía su cuenta, como yo vivo en el Distrito Federal le cobraron veinte pesos de comisión. Y como bien dice mi amiga, el problema (para ella) no fueron los veinte pesos, sino que en este caso representan la quinta parte de mi trabajo y el posible alejamiento de muchos clientes potenciales.
“¿Qué se me
está cobrando —pregunta mi amiga con sobrada razón—: ¿el desgaste de
la empleada en el momento de oprimir las teclas en la computadora, más el
correspondiente gasto del teclado, de fibra óptica y de luz eléctrica?”
Salvo que ésas
eran las “políticas del banco”, los empleados no le supieron explicar a mi
amiga el motivo del cobro. Cuando yo llamé a la Línea Azteca, como cliente del
banco, toda vez que me quisieron dar la misma explicación y no me quedé
conforme, me dijeron que tomando en cuenta la distancia entre Tijuana y la
Ciudad de México, el depósito estaba considerado como un envío de dinero
(cuando mi amiga fue muy clara en su petición de hacer un depósito en mi cuenta,
y por eso fue personalmente a realizarlo).
En verdad
no estoy seguro, pues tendría que investigar lo que sucede en cada una de las
demás instituciones bancarias; pero me parece que ningún banco (con excepción
de Banco Azteca, hoy lo supe) cobra por hacer un depósito en ventanilla. Los
envíos de dinero tienen lugar cuando se dirigen a otro país y en ocasiones son
hechos con una moneda distinta de la nuestra. Lo que sí puedo asegurar es que la
mayoría de los clientes en Banco Azteca somos personas que vivimos prácticamente
al día, muchas de ellas con nulo acceso a una formación escolar, de manera que
el acto me parece un robo realizado con toda la premeditación, la alevosía y evidentemente
con toda la ventaja de que sus propietarios pueden ser capaces.
Si esto
sucede en una institución bancaria ante los ojos de la gente —con la
complicidad de las autoridades que regulan a los bancos de este país— con un depósito
de cien pesos, que equivalen a dos comidas corridas con un refresco, ¿se
imagina lo que llega a ocurrir en otros niveles donde no tenemos ni la menor
idea de cómo se manejan?
Como luego
dicen, a veces es mejor no saber.
“Porque
una cosa es la especulación, que mueve las casas de bolsa y los grandes
consorcios financieros en el mundo” —como bien dice un amigo—; pero otras muy distintas el chisme, el
chiste, la intriga y el rumor”, nuestros aliados más leales, pero también los más
letales.
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