Eduardo Ibarra Aguirre
El subsecretario de Estado para asuntos de
Democracia, Derechos Humanos y Trabajo de Estados Unidos, Tom Malinowski, dijo
al concluir una visita oficial a México que su impresión del gobierno “es que
tiene disposición y apertura para atender los serios retos en materia de
derechos humanos”.
Pero dijo todavía más.
Tras los casos de Tlatlaya (estado de México) y Ayotzinapa (Guerrero), México
se “encuentra bajo fuerte escrutinio de la comunidad internacional” y confió en
que las elecciones del primer domingo de junio “traigan de alguna manera
efectos positivos para acabar con la tradición de impunidad que
hay en el país en materia de violación a los derechos humanos, corrupción,
desapariciones, secuestro y tortura”.
Momentos antes de
concluir una visita de trabajo a México, donde se reunió con funcionarios e
integrantes de la sociedad, además del grupo de expertos de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, para revisar diversos hechos, Malinowski
estimó que se trata de “un momento interesante” porque “el mundo entero ha
estado al tanto de lo que pasó en Iguala” y otros “emblemáticos
incidentes” que “involucran a perfiles muy altos”, actos que no son
“adecuadamente investigados ni sancionados” y que “deben resolverse para
mantener el Estado democrático”.
Ya como vocero no sólo
del gobierno de Barack Obama sino incluso de
de la aldea, juzgó que “La comunidad internacional entiende que estos
casos son manifestaciones de profundos y viejos problemas, al mismo tiempo
ha sido testigo de la reacción social y del propio gobierno mexicano que
reconoce que tiene un problema de violación a los derechos humanos, de
desapariciones, tortura, corrupción y falta de rendición de cuentas”.
Informó, además, que
“Sostuve diálogos francos con el gobierno de México y quedé impresionado por su
apertura y disposición para hacer frente a los serios retos que tienen en
materia de derechos humanos. Asimismo dialogué con representantes sociales y
quedé impresionado de su compromiso de trabajar por un cambio positivo”.
Hasta aquí resulta
difícil no coincidir con los juicios sobre México y el estado en que se
encuentra el ejercicio del derecho humanitario, la democracia política y las
percepciones sobre ella, locales y allende fronteras. Pero es imposible no
reparar que se trata de un alto funcionario de Washington, donde residen los
poderes institucionales del imperio más injerencista y agresivo acaso en la
historia de la humanidad.
Por ello, el
subsecretario trascendió los diagnósticos que no le competen ni a él ni a su
gobierno hacer, y trazó un lineamiento. “La clave es aplicar compromisos y
leyes de manera que el cambio llegue a la gente en todos los rincones de
México. En Estados Unidos estamos listos para trabajar por un cambio positivo
con el gobierno y la sociedad de México”.
Cambio que implica que
“las autoridades deben reaccionar mucho más rápido cuando haya denuncias de
desaparición”, que tiene a su servicio la “Iniciativa Mérida y otros
programas”, justamente parte de la raíz que generó el desastre de México en
derechos humanos desde que emprendió la “guerra contra las drogas” para
satisfacer necesidades estadunidenses. Estrategia que aún suscita un baño de
sangre por hacerle el trabajo sucio a USA para proteger sus fronteras,
asegurarle el abastecimiento de narcóticos, y mantenga intocada su gigantesca
lavadora y ascendente el turbio negocio de las armas.
Dijo bien Tom
Malinowski: “Dependerá de las autoridades mexicanas si los aceptan. Ahora
encontré más apertura de la que había en administraciones pasadas”.
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