SM Rico
Estimable señor:
Como ciudadano de este gran
país y como un constante pagador de impuestos (aunque no siempre beneficiario
de los mismos), le envío esta carta. Tal vez le parezca extraño que se la remita
después de que se ha retirado de su cargo, pero me siento más que obligado a
hacerlo.
En
un comunicado emitido por la dependencia en que laboró hasta hace muy poco, me enteré
que se encontraba enfermo y que por tal motivo había utilizado un helicóptero
pagado con recursos públicos, y por la larga carrera en su haber y sus
numerosas credenciales, pensé que una excusa no cabría en usted a menos que
fuera un mentiroso común y corriente.
Sin
embargo me di cuenta con los días, que no importa la altura, ya sea por las
alas que dan las convenientes amistades o las que da un helicóptero, que una simple
excusa para evitar el regaño alcanza a cualquiera a pesar de volar muy alto. Los
recursos públicos, dinero que solo veo en mi recibo de nómina marcado como
aportación a la vida institucional y que quisiera ver reflejado a mi alrededor
cuando salgo a la calle, me hacen preciso mandarle esta misiva.
En
un primer momento no le di importancia, son tantas mis actividades y tan
complicada mi estabilidad, que la verdad estuve tentado a dejarlo pasar, dejar
que se fuera como tantas cosas de la agenda pública. Sin embargo tenía usted en
especial un importante cargo que requería un mínimo de sinceridad y de valor
civil, pues me preocupa en gran medida la facilidad con la que escapa y se
refugia en las sombras. Eso es parte de lo que le reclamo ahora.
Tal
vez a estas alturas le parezca raro que alguien le escriba cuando ya ha
terminado algo que parece una desafortunada circunstancia, oscuridad que no
esperaba, y que para usted, que se dice respetuoso de la ley, solo parece ser
una prueba para su calidad moral y su congruencia como persona.
El
pasar la vida en altos vuelos me parece bastante bueno y me haría feliz vivir
así en caso de que tuviera la oportunidad, sin embargo, si tuviera la mala suerte
de que me atraparan “con las manos en la masa” o como en su caso con las
maletas de las vacaciones, no podría más que aceptar mis actividades contrarias
a la ley y retirarme del cargo con dignidad.
Tengo
que aceptar que no es tan difícil encontrar una actitud como la suya, no
obstante en aquella frase de su despedida en la que menciona que usted es
respetuoso de la ley, y que es la llamada a la congruencia su guía para tomar
esta decisión, no tengo más remedio que presentarle esta protesta por tal
mentira. Y es que al final, fue por un ciudadano que estaba presente en el
momento justo, que nos enteramos de la comodidad de su viaje en familia; del
hecho de que su respeto por la ley solo aparece cuando es descubierto; que
emplea los recursos de la dependencia para encubrir con pequeñas excusas sus
actos; y que sufre de doloroso malestar, cuando en la realidad se exhibe con
regocijo y burlándose de los ciudadanos.
Hizo
mentir a los demás en su favor apareciendo como víctima, pero para su
desgracia, la verdad salió muy pronto a relucir. No se pudo cubrir con la ayuda
de acomedidos cómplices en las Cámaras, ya sea en las más altas o en las de los
oscuros sótanos, de aquellas fotografías de un indignado y de las notas en los
medios de comunicación.
Unas
bellas vacaciones en otro país parecían, lo admitido, una buena idea. Un lugar
lejano y suntuoso en donde la falta de agua no afecta.
Me
he sentido indignado por muchas cosas últimamente, sin embargo en esta semana
usted es el protagonista principal, con una mentira que deja claro la altura
que tiene y no la altura a la que le gusta viajar.
Usted
es uno más de los caídos del sexenio, pero en verdad no encuentro satisfacción
en su partida, me gustaría que regresara, pero para ser sincero consigo mismo y
con los que pagamos su salario, que nos hablara más allá de su viaje familiar
en helicóptero, de los lucrativos negocios que se podrían hacer a costa de la
sed y la necesidad de los que no tienen acceso al agua.
El
cargo que tuvo le dio onerosas oportunidades, pero si ahora se encuentra solo
en las sombras del sistema, me gustaría que recordara que ser funcionario no es
un permiso para ver a los demás a lo lejos como hormigas, y menos si lo hace
con el dinero de éstos, esperaría de antemano que los recursos que pago todo el
tiempo por conducto de mis impuestos se usaran para engrandecer al país, más
que para engrandecer el ego de uno de sus burócratas. No es viable un modelo de
negocios en el que solo gane usted. Le invito a que diga la verdad y se
comporte como alguien que no respetó la ley por esconderse en la mentira y la
influencia, que dé la cara y diga la verdad, que explique que abandona la
comisión que tuvo en sus manos no por congruencia sino precisamente por la
falta de ésta.
De
verdad que si lo hiciera sería el primero en proclamarle mi respeto por ser
coherente, por lo menos con las palabras que ha dicho de usted mismo. Debe
creerme que como en aquel “día de la foto”, no tiene de otra, pues se encuentra
en esa posición o en la de ocultarse de nuevo y permanecer en las sombras,
lejos de los reflectores, y con el tiempo, hacerse socio de aquellas empresas
en las que vio usted una mina de oro negro.
Me
despido de usted esperando que pueda atender este llamado a la verdad y a la
congruencia que mencionó el día que tuvo que dejar el trabajo que la nación le
encomendó sin que pudiera a bien realizarlo.
Soy
sinceramente su servidor.
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