Pablo Gómez
Foto de cronicaveracruz.com/ |
Los cambios en el gabinete, largamente esperados, no vendrán
a resolver el problema del gobierno de Peña Nieto porque no implican un cambio
en la política económica y social. Nada será nuevo con los flamantes
secretarios, quienes, por lo demás, ya lo eran. De nada servirá Meade en
Desarrollo Social, por ejemplo, si todo va a seguir igual debido a que no hay una línea diferente a la Cruzada, con todo y el abominable nombrecito:
el problema de México no es el hambre sino la pobreza estructural basada en
ingresos miserables. Lo mismo se puede decir de Nuño en Educación Pública
porque la reforma administrativa no se va a convertir en una reforma educativa.
Peña no intenta entender qué clase de cambios se requieren pues aunque haya
sido algo necesario e impostergable quitar el control de la administración al
SNTE, eso no resuelve el problema de fondo: hay que fraguar una nueva escuela
democrática y popular para enseñar y aprender mejor.
Los neoliberales no podrán resolver ningún problema social de
México. El neoliberalismo se hizo para impedir reformas sociales, para echar
atrás las viejas reformas, pero nunca para hacer nuevas. Así que el cuarteto fantástico, Peña, Videgaray,
Osorio y Nuño, no saben lo que se debe hacer para promover el progreso. Es
ridículo ver la fotografía promocional de la figura de Peña junto con un
sencillo puente de los que se hacen por todas partes pero presentado como
símbolo del progreso nacional. Es evidente que en los últimos tres años el país
está un poco peor que antes y que el estancamiento de los últimos 25 años mantiene
a México en el mismo agujero.
En los próximos dos años las cosas se van a poner aún más
feas. Es evidente que las inversiones públicas y privadas van a relajarse, que el
salario volverá a decrecer y que los precios no mantendrán su nivel de
crecimiento como hasta ahora. Todo está en contra. El presupuesto base cero es
una técnica que en esta ocasión va a usarse para recortar el gasto social y
ajustar el de inversión.
Pero, eso sí, los altos sueldos de la alta burocracia,
incluida la del Poder Legislativo, no van a bajar un solo peso mientras que se
mantendrán los fuertes gastos operativos dentro de un presupuesto sin objetivos
económicos y sociales.
Enrique Peña tiene un gobierno que se hunde. Esto no quiere
decir que el presidente vaya a renunciar. Eso jamás. El hundimiento consiste es
seguir con la falta de respuesta, aunque sea en forma mínima, a los retos del
país. Al final, no habrá mejor salario, más crecimiento, mayor productividad, mejoría
en la distribución del ingreso, menos pobreza, más empleo. Estos objetivos que tendrían
que serlo de cualquier gobierno no lo son de Peña. Para los gobernantes
actuales lo que hay que hacer es darle una manita de gato a todo lo que se
pueda pero jamás realizar reformas. Para ellos el reformismo es, como en el
campo de la energía, un programa limitado a fomentar las inversiones
extranjeras en la explotación de los recursos naturales del país. ¿Ampliar el
mercado interno? ¿Qué es eso?
Justo cuando se está produciendo una corrida financiera y
huyen capitales golondrinos cuyas inversiones en México han sido promovidas por
los sucesivos gobiernos, Peña presume que está aumentando la afiliación al IMSS
sin aclarar que eso se debe al nuevo régimen fiscal para los pequeños comercios
que antes estaban al margen de la seguridad social: no hay nuevos empleos, son
los mismos de antes. Mientras, el secretario de Hacienda nos sale con el cuento
de que la actual devaluación del peso (25 por ciento) es buena para promover
turismo extranjero aunque eso no se haya visto en el verano que está por
concluir. O sea, puros disparates de un gobierno que se hunde.
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