miércoles, 6 de mayo de 2015

El narco en campaña

Héctor Tenorio

Después de los ataques perpetrados por miembros del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) en cuatro estados el pasado 1 de mayo, no se descarta que el crimen organizado pudiera hacer sentir el peso de sus armas el mismo día de la elección. No sería la primera vez que personajes externos determinaran el resultado electoral. 

Recodemos que el 11 de noviembre de 2011, Fausto Vallejo Figueroa candidato a la gubernatura de Michoacán del Partido Revolucionario Institucional (PRI), festejaba su triunfo. 

Paralelamente Acción Nacional (PAN), emprendía una campaña de desprestigio contra el ganador al denunciar que el crimen organizado los amenazó durante las elecciones en Tierra Caliente. 

En ese entonces, el blanquiazul aseguró que los operadores de Los Caballeros Templarios llamaron a los electores y los amenazaron de muerte para que no se presentaran a las urnas. Incluso se identificó a un presunto narcotraficante, conocido como ‘El Gasca’ al que se le decomisó propaganda política del tricolor horas antes de que se realizaran las elecciones en esa entidad.

En este contexto, el gobierno federal considera la posibilidad que antes  del 7 de junio, se repita la violencia en Colima, Michoacán Guanajuato, Veracruz, Tamaulipas, San Luis Potosís, Guerrero y Jalisco. Sin duda la nueva embestida del narco ha sido un shock, entre la población hay una profunda desorientación, miedo, ansiedad aguda, y una regresión colectiva. 

El gobierno federal se apresuró a jugar con el miedo para desempeñar el papel de padre protector. Resulta razonable que la “Operación Jalisco” sea una prioridad para la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), la Comisión Nacional de Seguridad (CNS), la Secretaría de Marina (Semar), la Procuraduría General de la República, (PGR), la Policía Federal, el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) y el Gobierno estatal, todos bajo la dirección del General Miguel Gustavo González Cruz. 

La meta es desmantelar al CJNG y capturar a su líder Nemesio Oseguera. No es extraño que existan varias explicaciones al fenómeno, pero todas son especulaciones: Algunos consideran que el gobierno federal está detrás de los hechos, el objetivo en teoría sería que los ciudadanos vivan completamente aterrorizados y así poder retener el poder;  otros prefieren creer que se trata de una purga contra dos gobernadores, el de Jalisco Aristóteles Sandoval de quien se sospecha recibió dinero de los criminales en su campaña, y el de Colima Mario Anguiano Moreno que reprobó el detector de mentiras cuando le preguntaron sobre sus vínculos con el narco. 

Ademas se le señala de proteger al CJNG, él por su parte dice que aclarará todo el 8 de junio; también hay versiones de que el Estado enfrenta una especie de narco-guerrilla muy bien armada que consiguió globalizar el negocio a Europa y Asia; no falta quien escriba que se trata de una conspiración contra el presidente de la República, planificada por el viejo PRI. 

Quien hace su agosto con lo sucedido es Andrés Manuel López Obrador, desde su punto de vista lo que está pasado es consecuencia de la degradación de la clase política. Se dice listo para reconstruir el país a partir del 2018. 

El tabasqueño vive su mejor momento gracias a la crisis de seguridad y a una economía que se encuentra estancada.
Mientras la tranquilidad de una sociedad que cada día se acostumbra más a vivir con miedo, a no tener esperanza ni futuro, ha quedado de nuevo vulnerada. La paz y la normalidad parecen un sueño lejano, a pesar del pesimismo es necesario preguntarnos: 

¿Qué clase de nación seremos al final de esta guerra? ¿Bajo qué principios nos regiremos para no repetir los errores?    

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