viernes, 22 de mayo de 2015

Exposición "La intuición de la libertad", vida y recuerdos de Lucinda Urrusti

  • Una búsqueda de libertad más allá de los límites y la ruptura 
SM Rico
Pequeñas salas adornadas por grandes ventanas, todas con marcos de metal y piedra; cada grupo de pinturas van apareciendo ante el espectador como en un encuentro abstracto e intuitivo que descubre el ánimo de la artista y las sensaciones de sus miles de observadores.
Un museo, el de la Ciudad de México, ubicado a unos pasos de la estación del metro Pino Suarez en el centro de la capital, luce vacío en un miércoles por la tarde. La entrada es gratuita, y aun así, solo unos pocos estudiantes están presentes en sus distintas salas. Una recepción que sirve para entregar folletos y para dejar las mochilas, luce vacía, oscura y abandonada; nadie está al tanto del lugar.
En la planta baja se encuentra la sala, el nombre de su exposición es lo único que la identifica; es la Exposición antológica de Lucinda Urrusti, el nombre de la exposición es: “La intuición de la libertad”. La entrada es en la primera sala del lado derecho, un marco de piedra y un guardia de seguridad son lo único que separa al público de la exhibición.
En la entrada, paredes blancas en su mayoría y en algunas partes, azules y verdes, logrando un contraste con los distintos tonos de ocre de los cuadros, e incluso con los marcos que van del café más claro hasta un color cobrizo. Pocos cuadros en cada pared parecen evitar las distracciones y dirigen la mirada a los recuerdos y la obra realizada a lo largo de toda una vida.

En cuadros de diferentes tamaños, la mayoría de más de un metro, resaltan pocos colores: blanco, negro, café y azul. Animales que apenas y se reconocen, reciben al público en la primera parte del viaje: son pájaros, perros y gatos los primeros anfitriones.  
Más adelante los objetos de la nostalgia: libros de alguna colección personal, catálogos, libros de poesía y de pintura.
Junto a los libros, una enorme foto de la artista en su estudio; se puede ver ella en primer plano, una vieja mesa de trabajo; a su alrededor, todos sus inseparables instrumentos de creación; al fondo un librero atiborrado y cerca de la cámara dando la espalda, un cuadro en desarrollo que se niega a ser descubierto aun.
En otro mueble con objetos personales, libros también, destaca un texto escrito por Carlos Fuentes en el catálogo de exposición de 2002: “Entornos”. Lucinda Urrusti, La adelantada de la forma.

Un camino se forma entre habitaciones, todas llevan de una sala a otra; pequeñas puertas llevan a medianas salas, en cada una, un conjunto de objetos dejan ver una expresión de la artista. Obras ordenadas en ejes temáticos distintos y nuevos e individuales modos de manifestarlas.

Entre el lápiz, el papel y las telas, las obras están adornadas en general con texturas distintas, disposiciones que no se limitan solo al cuadro o al marco, sino que salen de la dimensión en la que están obligadas a permanecer.

Cuadros de objetos y de personas. Primero aparecen los desnudos, cuerpos sin rostro entre sombras o nubarrones que los distorsionan con pocos colores, los que se ven más claros dan la espalda; podría ser cualquier persona, cualquiera o solo una ilusión, solo un momento abstracto en el pensamiento de la artista.  

Después los jarrones, también objetos cotidianos que se transforman en figuras dibujadas por el pincel, cosas que solo de lejos toman forma o que se pierden en el color principal del cuadro; aquí nuevamente el blanco, el negro o el ocre, que se transfigura en naranja, dan forma a lo que el espectador observa.

Urrusti en una gran variedad de formas nos muestra su libre expresión subjetiva; el museo por su parte nos presenta varias salas contiguas y vacías que se recorren en el orden de las manecillas del reloj.
En la última sala, la de los retratos, destaca de inmediato el de Carlos Fuentes, se ve desde el marco de la puerta y en él, los colores aparecen como no lo hacen en otros cuadros o retratos, parece como si los matices le dieran forma. A un lado destacan los retratos a lápiz de Ramón Xirau, Alí Chumacero, Juan Rulfo y Néstor de Buen, para rematar, el Retrato de Juan Urrusti y por último de 1961: Retrato de mi madre.

Como recuerdo, antes de salir del recinto, una pantalla reproduce una y otra vez una entrevista en la que cuenta parte de su vida y el motivo de sus trazos. Es en este punto que conocemos lo que para ella significa la pintura: “un camino infinito en el que se puede buscar y que da un sentido de la libertad”.

La exposición permanecerá en el museo hasta el 12 de julio.

Horario: Martes a domingo de 10 a 18 horas.
Teléfono: 5522 9936 / 5522 4775 / 5542 0487
Sitio web: www.cultura.df.gob.mx
Precio: Admisión general: $25 / Estudiantes, profesores y adultos mayores: $13
Ubicación: Pino Suárez 30, Centro Histórico, Ciudad de México 

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