martes, 16 de junio de 2015

De Milán a la ignorada precariedad mexicana

Eduardo Ibarra Aguirre

Hasta la bella Milán fue el titular del Ejecutivo federal a defender su proyecto de reforma educativa ante el gran empresariado europeo que, como el azteca, es de los más interesados en que los trabajadores asuman las necesidades del capitalismo salvaje que hoy demanda “a las nuevas generaciones mayores capacidades, mayor preparación, mayores aptitudes para enfrentar precisamente, los retos desafiantes de esta era global”, para decirlo en palabras de Enrique Peña Nieto.
Por ello la definió como “la más importante, de mayor calado y de más largo plazo consolidada en el país”, porque tiene que ver con “la formación del capital humano, la riqueza que toda nación tiene”. El capital humano es un concepto utilizado “en ciertas teorías económicas del crecimiento para designar a un hipotético factor de producción dependiente no sólo de la cantidad, sino también de la calidad, del grado de formación y de la productividad de las personas involucradas en un proceso productivo.”
También explicó ante el primer ministro Matteo Renzi, del Partido Demócrata, ya sin el apelativo “de Izquierda”, que la reforma educativa “está orientada a elevar la calidad de la educación”. Para lo cual digo yo se auxilió de tres subsecretario conocedores a fondo del tema, pero ajenos a su partido, el Revolucionario, no se diga al grupo gobernante, y al comenzar su tercer año los despidió para colocar a cuates.
De tan gran calado es el proyecto de Peña Nieto que en la víspera de la cita con las urnas, mandó al secretario de Educación a anunciar el aplazamiento del Programa de Promoción en la Función por Incentivos en Educación Básica.


Anuncio de Emilio Chuayffet que confundió a los experimentados y voluntariosos dirigentes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, los envalentonó hasta subestimar a las fuerzas del gobierno como evidenció el simbólico boicot electoral. Sólo que aún sobreestiman sus fuerzas con la demanda que enuncian como “Fuera Peña” y anuncian por acuerdo del 12 de junio: “Emprender una oleada de protestas nacionales, en defensa de la educación pública; contra la mal llamada reforma educativa; por la estabilidad laboral y para detener el proceso de la evaluación punitiva.”
El hecho es que el anuncio fue una simple pero redituable maniobra electoral que suscitó, además, la exigencia de realizar la evaluación educativa, demanda encabezada por Mexicanos Primero y Televisa, promotora junto con Tv Azteca de la destrucción de los resultados de la labor escolar con la programación y contenidos de telebasura.
Reforma que en el insistente verbo presidencial “está orientada particularmente a elevar la calidad de la educación”. Y lo anterior previo reconocimiento de la conflictiva realidad magisterial, ante el gran capital de la Unión Europea: “Que no hemos estado exentos de enfrentar resistencias, pero que estamos determinados a concretar estas reformas estructurales que nos permitan asegurar prosperidad, bienestar y, sobre todo, crecimiento económico para nuestra nación”.
Prosperidad, bienestar y crecimiento económico, sobre todo éste último, que está por debajo de la mediocre tasa promedio de los últimos 33 años, los del llamado neoliberalismo que privilegia la productividad a costa de las condiciones de vida y de trabajo de los asalariados.
Calidad de la educación que no repara lo suficiente en las deplorables condiciones socioeconómicas en que laboran los profesores: 23 mil 283 escuelas sin sanitarios (11.21 por ciento) y 20 mil 111 sin luz eléctrica (9.68 de cada 100). Una de cada cinco no tiene mobiliario para los maestros y en 14 por ciento para los alumnos. Y las cifras del censo del INEGI no son completas.

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