Eduardo Ibarra Aguirre
Justo cuando las autoridades del país
emiten edulcorados discursos y boletines sobre el gran éxito de la evaluación
de más de 39 mil trabajadores de la educación, adscritos al Sindicato Nacional
que ahora regentea Juan Díaz –aquél
hijo putativo de la prisionera Elba Esther Gordillo–, Emilio Chuayffet sufrió una rechifla por una parte de
exclusivo público del SNTE, especialistas y representantes de los ministerios
de Educación de los países del continente que asistieron al 16 Encuentro
Internacional Virtual Educa México 2015, en la perla tapatía.
Nada
pareciera tener de anecdótica la muestra de rechazo al señor que le da por
posar como uno de los grandes pensadores del país, y menos que suceda ante
Enrique Peña Nieto, su jefe institucional y hasta donde se sabe también de
grupo, el poderoso de Atlacomulco. Allí hay gato encerrado.
Y llama
más la atención porque enseguida cobró fuerza el rumor sobre la salida de
Chuayffet Chemor de la Secretaría de Educación Pública y el presunto arribo de
Aurelio Nuño Mayer, jefe de la Oficina de la Presidencia y amigo del titular de
ésta.
La famosa
rumorología mexicana, la misma que se publica en los diarios como
“trascendidos”, es tan antigua como el sistema del “partido prácticamente
único”, ejercicio que está a la orden del día enseguida de las elecciones que
los políticos oficialistas y las autoridades electorales presentan como
ejemplares. El rumor florece, hoy como ayer, donde la información no tiene
amplios cauces y con frecuencia es contenida sino por la verdad única,
imposible en el tercer lustro del siglo XXI, sí por el apabullante predominio
de la verdad oficial.
Allí está
como ejemplo el linchamiento de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la
Educación por no alinearse, como lo hacen los líderes del SNTE, a los programas
laborales y administrativos para los profesores y que son presentados como
reforma educativa por el grupo gobernante.
No es
preciso estar de acuerdo con las demandas de la CNTE y tampoco con sus métodos
de lucha de parar labores un día sí y otro también, y menos aún con sus
prácticas vandálicas, como lo ostentaron en las urnas el 7 de junio, para darse
por enterado que el linchamiento de sus dirigentes está a plenitud, tanto en el
duopolio de la televisión como en el oligopolio de la radio.
Analistas
que cobran muy buenos sueldos, supongo, en lugar de explicar a las audiencias,
el contexto sociopolítico, las razones y los alcances de lo que el presunto
autor intelectual de la matanza de Acteal (22-XII-97) denominó como “la primera y más
trascendente de las transformaciones emprendidas por el gobierno de Peña
Nieto, la de más calado y la que tendrá mayores consecuencias sobre el
desarrollo de la nación”, colocan por delante la descalificación: truhanes
(Ulises Beltrán) y miedosos (Jorge Castañeda, tan valiente que se pitorrea de
su pasado).
Y lo que resulta de tales despropósitos de
los dueños de Televisa y Azteca, televisoras que son la negación de cualquier
proyecto educativo porque alienan con su programación y contenidos de
“telebasura”, es la polarización a extremos preocupantes entre los actores
sociales y políticos en pugna.
En todo caso si tan seguros están de las
bondades del proyecto que defienden, más allá de los excelentes pagos y
concesiones a cargo del erario y los causantes, por qué no abren los micrófonos
a los dirigentes de la CNTE, obligación elemental para cualquier medio que se
presente como informativo, e impulsan así un debate que nunca se dio y beneficiaría
muchísimo a todos los agentes del proceso educativo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario