Pablo Gómez
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Foto de huellas.mx/ |
Durante varias semanas
los inversionistas líquidos pusieron su atención en el anuncio de que la
Reserva Federal (banco central) de Estados Unidos iba a anunciar que puede ser
que por fin anuncie (así, con todos esos escalones) la elevación de sus tasas
de interés. Tales capitalistas dueños del dinero estuvieron comprando dólares
con la perspectiva de colocarlos mejor en el mercado estadunidense a partir de
un posible cambio en el rédito.
El problema es que cuando la Reserva dice que
no es necesaria la elevación de tasas de interés y que la economía va
razonablemente bien, entonces se incrementa la tasa diaria de devaluación del
peso en lugar de regresar a algún estadio anterior. O sea, que cuando se va
anunciar algo, tenemos problemas cambiarios, y cuando no se anuncia nada nuevo,
también los tenemos o los tenemos más aún.
Lo mismo ha ocurrido con
el otro anuncio, el del PIB estadunidense, el cual retomó impulso después de
verse a la baja: 2.3 por ciento en el trimestre abril-junio. Nada mal para el
mundo actual (hay que ver de qué tamaño es la economía estadunidense y de qué
tamaño resulta ese porcentaje), con lo cual Estados Unidos toma rumbo hacia el
logro de una tasa de crecimiento de 3 por ciento durante el año actual. Pero en
lugar de que haya optimismo por parte de los dueños del capital-dinero ante la
perspectiva de que México recobre exportaciones, lo que tenemos es más compra
de dólares. Al paso, no tarda la divisa verde en colocarse en 20 pesos por
unidad cuando la inflación en Estados Unidos no pasa de 2 por ciento anual.
El gobierno, por su lado,
no explica nada, quizá porque no sabe como hacerlo o porque cualquier cosa que
diga va a contradecir el discurso oficial de que estamos de maravilla. Hace un
par de días se dijo por parte de Peña Nieto que al fin se logró respeto en el
mundo por la estabilidad macroeconómica de México (lo dijo en privado, cenando
con unos directivos de una empresa llamada
BlackRock). Vaya respeto: se podrían perder unos 50 mil millones de dólares
de reservas en un dos por tres si continúa el mercado fuertemente comprador de
divisas. Y, aunque la cosa carece de una lógica rigurosa, eso puede ocurrir
porque unos cuantos toman decisiones imparables y ahí es donde reside gran
parte del problema mexicano.
El Banco de México ya
tomó el rumbo de arriesgar más en sus subastas (ayer ofreció 200 millones, lo
cual podría hacerlo a diario, para llegar en 250 días útiles a los 50 mil
millones), pero, como ya se sabe, aquellas tampoco son suficientes para detener
una corrida financiera. Estamos en un punto del ciclo del capital especulativo
invertido en México que pareciera que alguien toca un clarín con el tono de
retirada y los capitalistas le hacen caso como si fuera una orden. ¿A dónde va
el dinero? Pues a colocarse con tasas menores pero con mayor seguridad.
Entonces México tendría ahora mismo que promover la elevación de las tasas
internas de interés para retener el capital especulativo a un costo mucho más
alto que el actual y con repercusiones mayores en la tasa de crecimiento.
Estamos de nuevo bajo la
maldición de país expuesto a unos cuantos inversionistas que son siempre
recibidos con halagos y presentados como referencia de la estabilidad económica
del país y de la confianza en México, todo lo cual es echado por la borda a la
hora del consabido toque de clarín. Dice Peña que el mundo ha aprendido de
México pero el problema es que México no ha aprendido de sí mismo y sigue
teniendo los mismos gobernantes (PRI-PAN-PRI) que le llevan por el camino de
los desastres. Por lo pronto, digamos que vamos por la vereda de lo
inexplicado.
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