viernes, 4 de septiembre de 2015

Ayotzinapa, un año después

Héctor Tenorio

Foto SM Rico
La desaparición de los 43 normalistas de la Escuela Isidro Burgos en Ayotzinapa, el pasado 26 y 27 de septiembre, es fiel reflejo del narco Estado que se construyó a lo largo de muchos años. Los políticos aparecen como los principales responsables al asociarse con el crimen organizado. Le siguen los medios masivos de comunicación que cuidan más sus intereses que en aplicar la ética al momento de realizar su trabajo. 

Los ciudadanos también tienen algo de responsabilidad, con su indiferencia hacía la política, permitieron que otros tomaran decisiones que los afectaron. En este caos moral, vale la pena destacar la actitud de los padres de los normalistas quienes han demostrado una férrea voluntad. Felipe de la Cruz, vocero del movimiento, en una especie de contra informe, denunció que en México hay una "política de Estado" que propicia el asesinato y desaparición de luchadores sociales, en medio de una total impunidad.

La tragedia se convirtió en un asunto global al comprobarse que el Estado mexicano participó de manera directa en los sucesos. Las movilizaciones han servido para cuestionar la forma en que las autoridades mexicanas enfrentan la guerra contra el narcotráfico, la imagen del ejército mexicano ha salido lastimada.


El mundo ha presionado ante la violación de los derechos humanos en  México, a finales de agosto, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), informó que decidió prorrogar dos meses más el mandato del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) adscrito para coadyuvar con el Estado mexicano en el caso de los 43 normalistas desaparecidos, a mediados del mes de septiembre presentaran un informe. 


El gobierno federal difícilmente saldará su deuda en cuestión de derechos humanos, sin duda es el mayor sismo político que ha enfrentado. Desde el principio se equivocaron, creyeron que con la inercia de las reformas estructurales tenían una especie de inmunidad. Calificaron el asunto como algo local que debería resolverse en Guerrero. Pero no fue así, el problema creció como una bola de nieve tirando al gobierno municipal y estatal. La credibilidad se perdió.


Por lo pronto, la Procuraduría General de la República (PGR) entregó un informe a la Comisión Nacional de Derechos Humanos, donde da cuenta de los avances de la investigación. Además la dependencia junto con el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) entregó a la Universidad de Innsbruck, en Austria, 53 muestras que comprenden diversas prendas y objetos relacionados con los hechos ocurridos en Iguala. Se analizará  el ADN y se determinará si pertenecen a los normalistas. Es la segunda ocasión en que la dependencia entrega muestras, la primera vez solamente se logró identificar un fragmento óseo correspondiente a uno de ellos.

Para la opinión pública resultan insuficientes las 118 detenciones relacionadas con el caso, las cuales van desde funcionarios públicos hasta integrantes de Los Guerreros Unidos. “La verdad oficial” a nadie convenció, incluso provocó cambios en la titularidad de la PGR. La inestabilidad política en la entidad afectó a las izquierdas, los enemigos del presidente de la República creyeron que el caso de Ayotzinapa era el detonante que hacía falta para  impulsar los cambios políticos en el país. Sin pudor alguno les quitaron las banderas a los padres de los afectados. Se equivocaron, hoy la lucha sigue estando encabezada por los familiares.

Vale la pena preguntarse ¿Qué aprendimos a un año de lo que ha sucedido? Parece que nada,  el pasado 31 de agosto, encontraron (gracias a la lluvia), 31 mil restos óseos humanos, en un terreno del municipio de Salinas Victoria, en Nuevo León.

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