martes, 15 de septiembre de 2015

Del Agua y del Desierto

Jorge Mujica Murias

Foto: Eduardo Verdugo / AP Photo / taringa.net
Un cuerpo, uno, de dos años, bastó para desatar una ola de simpatía por la oleada de refugiados sirios buscando asilo en Europa. Y también para desatar una contra-ola de odio hacia los migrantes, refugiados o no.

Es el cuerpo del pequeño Aylan Kurdi, hijo de un sirio quien pidió asilo en Canadá, fue rechazado, emigró a Turquía y de ahí quiso pasar con su familia a Grecia. Su bote de hule, con docenas de personas a bordo, naufragó. 

Las fotos del pequeño cuerpo siendo levantado por un guardia griego circularon el mundo entero y detrás de la ola de refugiados llego la ola de simpatia.
Duropoco. Esta semana los medios masivos de comunicación han contraatacado y hablan de que las fotos no son reales, de que están alteradas, de que el padre de Aylan quería ir a Suecia a ponerse dientes postizos y por eso arriesgo a la familia y demás. Es tipico. Los nativistas anti-inmigrantes no pueden permitirle la simpatía a los migrantes ni aunque estén muertos.

Mientras duró, la simpatía abrió casas y algunas fronteras, par recibir algunos miles de los cientos de miles de refugiados de la guerra en Siria que están buscando sobrevivir en algún otro lado.
Y ahí fue donde nos preguntamos: ¿Cuándo van a recibir en Estados Unidos a los miles, cientos de miles de refugiados de centro y Sudamérica y México que tratan de llegar a su tierra? 
Fotos no faltan. Cuerpos calcinados hasta los huesos en el desierto de Sonora; lanchas de goma tratando de llegar a Florida con docenas de personas a bordo.

“Es que una cosa es ser refugiado y otra migrante ilegal”, responden los nativistas, e incluso algún amigo nuestro, queriendo decir que una cosa es huir de la la muerte inminente y otra es huir de la miseria, la muerte en abonos. Me imagino. Piensan que es muy distinto que a uno lo mate un avión de guerra y otra que lo mate un narco. O que lo desaparezca a uno el ejército en Ayotzinapa.


Todos Coludos o Todos Rabones

La siguiente ola fue la de la “solución”. Para frenar la ola de refugiados sirios hay que invadir Siria, tumbar al gobierno sirio, o intervenir militarmente, dijeron los halcones gubernamentales de algunos países, especialmente los que lucran de lo lindo con el negocio de las armas y la guerra. Darle armas a los rebeldes no pareció buen opción, porque los rebeldes son los musulmanes radicales, y pues ni modo de darles más armas a quienes parecen ser hoy el enemigo número uno de la humanidad. Sería como combatir el narcotráfico armando a los narcos. Uppsss… ¡perdón! Eso ya pasó en México, pero fue un “error”, dijeron los gringos.

Curiosamente, nadie ha propuesto soluciones de fondo. Las migraciones masivas terminan, o terminarían, eliminando la desigualdad y la explotación de unas personas por otras o de unos países por otros. Nadie tendría que moverse de un lado a otro, ni como refugiado ni como muerto de hambre.

Y regresamos a esa “diferencia”. ocurre que de los 15 mil chavos mexicanos, más o menos, detenidos cada año por la Migra, hasta un 60 por ciento dice que va huyendo de la violencia, según un informe de la ACNUR, Agencia de las Naciones Unidas para Refugiados. Pero solo a 5 de cada 100 le dan chance de exponer su caso ante un juez migratorio.

Para abundar, la Oficina para Asuntos Latinoamericanos, organización no gubernamental, dice que aunque pudieran caer en la categoría de “refugiados”, a los niños mexicanos se les trata de forma distinta que a los demás. Desde 2008, dice Maureen Meyer, Coordinadora del Programa México y Derechos de los Migrantes de WOLA, hay una ley que protege de manera especial a los menores, pero no a los mexicanos ni canadienses.

“Si un menor centroamericano es detenido por la patrulla fronteriza lo llevan a un centro de refugiados y luego a la casa de un familiar, donde espera a una audiencia con un juez para estudiar su caso y analizar si tiene derecho a protección y asilo”. Pero con “los niños mexicanos la tendencia es asumir que son para deportarlos directamente y que la mayoría vienen por motivos diferentes a los de trata de personas, violencia, o persecución. Viendo la situación de inseguridad que hay en México, pensamos que estos niños merecen la misma protección que cualquier otro de Centroamérica”, dice Mayer.

En resumen, la diferencia entre la simpatía y el apoyo o el desdén y el rechazo es, simplemente, por ser mexicano.

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