miércoles, 22 de julio de 2015

De fiesta en USA y de luto en México

Eduardo Ibarra Aguirre

La fuga o como usted prefiera llamarla, de Joaquín Guzmán del Centro Federal de Readaptación Social 1, “le propinó un golpe al corazón de la estrategia punitiva y aún guerrerista contra las drogas”, apuntamos aquí hace 10 días. Al paso del tiempo los especialistas comparten reflexiones que rebasan las generalidades, no digamos la quejumbre que en buena medida atrapa a la crítica ciudadana y periodística.
Imagen de http://nortedigital.mx/
Evadido el de Badiraguato y anunciada la decisión gubernamental de recapturarlo, incluso Alejandro Rubido promete que será en los tres años restantes del sexenio de Enrique Peña Nieto, resulta acaso más sobresaliente que la evasión del cotizado prisionero, que instituciones que estudian sobre el tema como el Centro de Investigación para el Desarrollo, sostenga que “El Cártel de Sinaloa, la organización creada y liderada por Guzmán Loera, siguió funcionando con precisión milimétrica mientras él estaba en prisión. La principal amenaza contra ese cártel no fue el Estado. En ningún momento se puso en peligro su subsistencia y operaciones. Quien representó el mayor riesgo para la organización criminal fue otra: el Cártel Jalisco Nueva Generación”.
Esta tesis conduce directamente al epicentro de la “nueva estrategia” frente a la guerra contra el narcotráfico, para diferenciarse de la que Felipe Calderón defendió hasta la intransigencia criminal, y que además del mayor trabajo de inteligencia, la mejor coordinación del gobierno federal, contempla la existencia de la ventanilla única para los agentes estadunidenses que actúan en México y ahora con armas de fuego. Además de que sin que se mencione oficialmente, bajó en forma sustantiva la apología del duopolio televisivo y el oligopolio radiofónico a la guerra del soldadito de p(l)omo, pero la estrategia guerrerista no varió en lo esencial.
El núcleo de tal estrategia, la de Calderón Hinojosa y Peña Nieto, consiste en la captura de los jefes de la delincuencia organizada, de los cuales se presumía hasta marzo pasado la detención de 60 de los 122 más buscados, y en 52 casos “no se disparó un solo tiro”, decían el procurador Jesús Murillo, quien ya cobra en la nómina de Sedatu, y Rubido García. Por cierto, al arribar este señor como titular de la Comisión Nacional de Seguridad Pública, regresaron al órgano que dirige las prisiones federales los funcionarios despedidos por corruptos.
Cualquier investigación seria debe contemplar para qué sirvieron los 12 mil 259 millones de pesos que se invirtieron, sólo en 2013, en el sistema penitenciario o los 365 millones gastados en remodelaciones en El Altiplano, para evitar la fuga de Guzmán (Reporte Índigo, 21-VII-15). O si realmente se invirtieron porque en las cárceles faltan medicinas, alimentos (gigantesco negocio) y espacios.
Hasta hoy la exitosa captura de capos todavía no significa la disminución en el trasiego y venta de drogas ilícitas. De acuerdo con la estadunidense Oficina de Administración contra las Drogas la entrada de sustancias ilegales a USA no ha disminuido en la última década, desde Vicente Fox.
Y mientras en 2006 existían cuatro grandes organizaciones criminales, para 2015 operan nueve. El descabezamiento de los llamados cárteles trajo su fragmentación. El consentido de Calderón, Juan Camilo Mouriño, auguraba como resultado “se matarán entre ellos”.
Con más de 120 mil muertos, 280 mil desplazados y entre 8 y 25 mil desaparecidos, la sociedad paga el servilismo de los gobiernos para atender las necesidades estadunidenses, y mientras la fiesta con enervantes es en grande y muy alegre en USA, los mexicanos están de luto todos los días.

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