Ma. Betzabeth Vivero Miralrío
Hoy en día, destaca una grave y enorme desafección
política, por parte de los ciudadanos, sobre todo por las nuevas generaciones,
perdiendo toda credibilidad en el sistema político en el que nos vemos
inmersos; sin embargo, esta actitud de indiferencia política, trae consigo
consecuencias , un claro ejemplo de ello es: que la toma de decisiones en
rubros de interés público, se concentra única e irónicamente en unos cuantos
(élites políticas), que al tener ese control, dirigen las mismas a satisfacer
sus propios intereses, importando poco el bien común.
Foto AFP-Getty |
Por otra parte, debemos recordar que la realidad social
en la cual nos encontramos , es una sociedad meramente globalizada y haciendo alusión
a Zygmunt Bauman, en una sociedad “líquida”, donde las estructuras (sociales,
culturales, económica, políticas, entre otras), son débiles, dando cuenta de un
constante cambio y con ello una fragilidad humana, dando origen a la pérdida de esa formación integral, que
jacta de otorgar suma envergadura, a las normas informales, es decir, la moral
y ética, que fungen un papel crucial dentro de la convivencia social, puesto
que éstas regulan el comportamiento del hombre, empero, se ven apoyadas de
aquellas normas formales (ordenamientos jurídicos), que dan acceso a la
conformación de un Estado y por consiguiente a la estructuración y
solidificación de una sociedad.
Lo anterior, refiere al hecho de que en la actualidad la
“credibilidad”, es un término relativo y poco común, ya que aquellos encargados
de resguardarla y mantenerla en las masas u opinión pública, es el mismo, que
se ha encargado de degenerarla, hasta convertir todos los argumentos políticos
en datos dubitativos que provocan se pierda la esencia de ese bello arte de la
administración de poder, como lo es la política. Por ello, las generaciones
contemporáneas prefieren hacer caso omiso a todo lo que concierne este rubro,
acrecentando ese paradigma erróneo de lo que es en realidad la POLÍTICA.
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