lunes, 20 de julio de 2015

Política ficción: Una sucesión sin control

Hugo Rangel Vargas

Suponga el noble lector que en un lejano país han aparecido y se han fortalecido poderes que de facto lo han comenzado a gobernar. Estas potestades se han instalado en la cúspide del poder económico y con el uso del mismo, en el cohecho y la corrupción, han infiltrado las instituciones que legalmente deberían gobernar a aquella nación.

Foto de todosobrenarcotraficoenmexico.blogspot.com.es
La clase política de este imaginario estado echa mano de sus relaciones con quienes están al frente de los poderes de facto cada que ocurre una transición en el poder formal. El intercambio de favores consiste en respaldo económico e incluso en el uso de instrumentos de fuerza ilegal para favorecer al político en cuestión; a cambio, éste seguramente entregará protección y amparo para que sigan prosperando las actividades ilícitas que sirven de sustento al poder factico.

Llevemos estos axiomas a un momento concreto. El jefe de estado de este país acaba de enfrentar un proceso electoral en el que su partido ha refrendado su condición mayoritaria en el poder legislativo; el siguiente proceso político de gran calado que enfrentará es el de la sucesión presidencial. Su partido luce fortalecido, pero sin embargo comienzan a asomarse fisuras de gran calado: la existencia de dos grupos hegemónicos que claramente disputan la sucesión y lo hacen desde el interior del propio gobierno.

En el poder formal de aquel país, el Presidente ha cometido errores que han mermado su imagen, se le nota cansado e incluso se rumora sobre algún padecimiento que merma su salud, los escándalos de corrupción han escalado a grandes esferas de su gabinete y de él mismo; pero el punto cúspide de la crisis ocurre con la fuga de un alto mando de los poderes facticos del penal donde purgaba una condena.

Con el calendario de la sucesión corriendo, con la preeminencia de un hombre fuerte (y ahora libre) al frente del poder factico y con el debilitamiento del poder formal; la mezcla parece explosiva para nuestra nación imaginaria.

La guerra de la cúspide por el poder formal parece jugarse en múltiples tableros a la vez y en la estrategia seguro está, para ambos grupos en disputa por la sucesión, el echar mano del poder de facto para tambalear al opositor; no importando siquiera que quede en vilo la estabilidad y la imagen misma del actual jefe de estado.

Al cambiar el epicentro del verdadero poder al terreno de la ilegalidad, las reglas del juego sucesorio en nuestro país ficticio han cambiado; ahora hay que considerar que la nueva conducción del relevo en los poderes formales de ésta nación imaginaria no se encuentra en las instituciones y que cada jugada emprendida por los diferentes actores, que cada suceso que ocurra en esta nueva dinámica; deben ser reinterpretados sobre la lógica de quien es el principal beneficiario de los mismos.

En esta confusión de actores e intereses y en medio de una disputa sucesoria adelantada, vale la pena preguntarse entonces por el principal favorecido de la crisis de imagen del presidente en funciones. Conviene ser incisivos en cuestionarse sobre la existencia de un ulterior beneficiario de la fuga de este capo imaginario. Seria estimulante además en nuestro ejercicio seguir agregando ingredientes como las relaciones históricas e incluso la genealogía territorial de otros actores cercanos al capo fugado y reinstalado en su poder, así como de aquellos operadores políticos de los grupos que están en plena disputa por la sucesión.

Pero todo esto es un solo ejercicio llevado del terreno del ocio intelectual al de la escritura casi autómata del autor del mismo. No hay detrás de él más que el interés de hacer lo que algún político mexicano de no celebre memoria llamó “política ficción”.

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