- Una crónica de la vulnerabilidad institucional en México
Alejandro
Encinas Rodríguez
Hay hechos que desde que se presentan resultan emblemáticos en las
sociedades, y en la percepción que las sociedades tienen de sus gobiernos y de
sus instituciones. Vicente Fox recibió la noticia de la fuga del entonces líder
del cártel de Sinaloa, Joaquín “el Chapo” Guzmán, el 19 de enero de 2001, a
escasos 50 días de haber tomado protesta como Presidente de la República, y
significó uno de los primeros golpes a su imagen y a la eficiencia de las
instituciones que entonces comenzaba a dirigir. Incluso el propio Fox se tuvo
que referir en no pocas ocasiones a que ni él ni su gobierno tuvieron que ver
con dicha fuga, ya que se especuló incluso acerca de esa posibilidad.
Ya libre, el Chapo
reconstituyó su poderío económico, su fama personal, y la leyenda de ser el
cártel consentido del régimen panista. Ya en el 2011 el investigador y doctor
en sociología de la UNAM René Jiménez Ornelas mencionaba que "Si hay realidad
en esa capacidad, en ese poder, que ha alcanzado el Chapo, siempre (ha sido) al
amparo (de las autoridades), hay que recordar que su fuga solamente se explica
a nivel de la coparticipación de diferentes niveles de poder. Se sospecha
inclusive de los más altos niveles de poder que estuvieron dentro de este escape
y consolidación de su grupo"[1]. En paralelo, es posible
afirmar que durante el tiempo que el Chapo estuvo libre expandió su poder a
Centro y Sudámerica, Estados Unidos y Europa.
Es por ello que la
fuga del Chapo nunca se borró como uno de los principales fracasos de la
administración de Vicente Fox, y fue un evento que apuntaló la desconfianza de
la ciudadanía en las instituciones gubernamentales, en este caso las de administración
y procuración de justicia.
Con su recaptura el año pasado, el 22 de febrero del 2014, además de echar
las campanas al vuelo respecto de la supuesta eficiencia de la política de
seguridad de Peña Nieto, se mencionó también por parte de la PGR que el
significado de esa captura era que las fuerzas del Estado se realineaban en el
objetivo de detener a los principales capos del narcotráfico y que nunca se
volvería a presentar un hecho como la fuga verificada en el 2001, tal y como lo
destaca en su edición del día de hoy el NYT[2], promesa hoy obviamente
incumplida.
Lo que es cierto es que esta segunda fuga del líder del cártel de Sinaloa
se presenta en una situación en la que la imagen del gobierno federal priista y
del presidente Peña Nieto no mantienen sus mejores niveles de acuerdo y sí
importantes tendencias hacia la reprobación de sus políticas y resultados. Pero
más allá de la imagen y del descrédito del gobierno federal y del presidente de
la República, lo realmente preocupante de esta segunda fuga del Chapo Guzmán es
que se está poniendo en evidencia la
debilidad de las instituciones de nuestro país. Una patente vulnerabilidad hacia el poder del dinero, hacia el poder
del crimen organizado.
No se explica la construcción de un túnel de un kilometro y medio de largo
dotado con sistemas de ventilación y alumbrado sin la participación no
solamente de un grupo de celadores, sino con el acuerdo de importantes
autoridades del penal de alta seguridad del Altiplano, si no es que con
autoridades aún más importantes.
En la fuga anterior del Chapo del penal de alta seguridad de Puente Grande
en Jalisco (desde entonces rebautizado por la ciudadanía como el penal de
“Puerta Grande”), la PGR acusó a 62 personas, entre funcionarios, custodios y
reos del penal. “Hasta el año pasado unos cinco procesados seguían presos por
el caso, después de que el resto cumpliera su condena o fuera absuelto, entre
ellos el ex director, Leonardo Beltrán Santana.”[3]
Falta ver qué es lo que sucede hoy, a quiénes se culpará y quiénes
permanecerán en la cárcel por la fuga de hoy. Tal vez se vuelva a presentar la
misma impunidad que en el caso anterior.
Por ahora, y a juzgar por la actitud oficial, el gobierno no sale de su
espasmo, de su estupor, no acierta en las primeras horas a otra cosa que a
ofrecer una conferencia de prensa en donde pone al titular de la Comisión
Nacional de Seguridad (CNS), Monte Alejandro Rubido García a dar una
descripción -por cierto absolutamente escandalosa- de cómo es que se fugo el
Chapo del penal del Altiplano. A mi parecer el gobierno está en un gravísimo problema, y
no me refiero a lo evidente, a su imagen y prestigio. No. Me refiero a la gran
vulnerabilidad en que ha puesto a las instituciones, una vulnerabilidad en la
que lo que manda es el dinero. Y eso es el principal problema, un problema
estructural para el que no existe una estrategia de “control de daños” que lo
detenga.
CON EL CHAPO SE FUGA TAMBIÉN LA
POCA CONFIANZA QUE QUEDABA DE LOS MEXICANOS EN SUS INSTITUCIONES.
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