lunes, 13 de julio de 2015

Leer el país

Luis Alberto Angulo 

En 2015 casi cuatro millones de electores venezolanos se han expresado constitucionalmente en procesos internos de sus partidos para la selección de sus respectivos candidatos a diputados de la Asamblea Nacional, evento que se realizará el próximo 6 de diciembre. 

La votación del Partido Socialista Unido de Venezuela del pasado domingo 28 de junio, rebasó las expectativas de observadores y analistas al contabilizar más de tres millones de electores la participación del partido de gobierno fundado por Hugo Chávez, líder del llamado Bolivarianismo del siglo XXI, quien falleció hace dos años. 

El gobierno del presidente Nicolás Maduro obtuvo así un enorme apoyo político con el resultado de las elecciones internas del PSUV, refuerzo que va mucho más allá del hecho eleccionario conducente incluso al control del poder legislativo por parte de la bancada socialista. Frente al acoso mediático internacional de carácter injerencista que lo acusa de antidemocrático, constituye por sí misma una rotunda protesta popular avalada por acompañantes de buena fe de diferentes centros de opinión que presenciaron de nuevo la faena de una votación intachable en la República Bolivariana de Venezuela.  

Este proceso evidencia un sentimiento colectivo a favor de la paz y en contra de la guerra que ha ido mostrando su garra tétrica al país en el marco de una situación mundial caótica determinada por la voracidad de grandes centros de poder. Pese al implícito reconocimiento al liderazgo del Presidente, no debe ser leído sin embargo como un cheque en blanco para él y su partido. Precisamente la frase de Maduro que calificó al votante del pasado domingo como “Vanguardia de la vanguardia”, es clave para interpretar el sentido profundo y trascendente del hecho electoral. 

En el fondo es el mismo sentido de realidad, indispensable en política, al que alude José Vicente Rangel dirigiéndose al Presidente en el momento de agradecer le otorgaran el Premio Nacional de Periodismo, palabras que algunos han querido dilucidar de manera maliciosa. En efecto existe un pueblo pensante y activo reacio a la manipulación mediática y adverso evidentemente a la corrupción que lo condena a una crisis impuesta desde los centros financieros, pero la dificultad exige respuesta eficaz y ágil. 

Si las extremas coinciden en descalificar la elección, estableciendo entre ellas una inconcebible concordancia, no sólo muestra la común ofuscación, señala a la par una vía absolutamente equidistante a las suyas. Leer al país de manera eficiente y significativa es oírle sin medias tintas. Ciertamente leer un país desde el sentido resulta ser una lectura amorosa, comprometida e inteligente en donde cada punto nos dice algo, incluso las piedras en su insensible mudez. 

¿Cómo ignorar entonces lo que nos quieren decir casi cuatro millones de venezolanos que han salido a votar para tener el derecho a elegir sus candidatos a la Asamblea Nacional el 6 de diciembre de 2015? Descalificar esa vocación es una infamia, un despropósito, una monstruosidad política porque entre otras cosas de manera absolutamente mayoritaria el clamor por el Estado democrático y social de Derecho y de Justicia (consagrado en el artículo 2 de la Constitución de 1999 en plena vigencia), le pertenece en su permanente construcción a esa mayoría cada vez más consciente de venezolanos que ve el peligro que se cierne sobre el país determinado por factores internos y externos de la economía y la política. 

Leer al país posible desde el país real es lo que permite la visión necesaria para aprovechar sus inmensos recursos y superar sus problemas inmediatos. No se trata de restaurar el viejo orden de la política venezolana y sí de entrar en una fase que permita el salto cualitativo que la sociedad reclama.

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