Eduardo Ibarra Aguirre
El alcance cierto de los
cambios operados en el Gobierno del Distrito Federal está por verse en los
próximos meses, a pesar de que en los movimientos realizados ya se pueden leer
mensajes e intencionalidades políticas para hoy, mañana y sobre todo 2018.
Foto de www.agu.df.gob.mx |
A pesar
de que la oposición partidista, destacadamente el Movimiento Regeneración
Nacional redujo los cambios en
el gabinete de Miguel Ángel Mancera a “reacomodos en las alianzas del Partido
de la Revolución Democrática”, al decir de Martí Batres, la designación de
Patricia Mercado como la número dos del GDF es un hecho político que sorprendió
a muchos, incluido este redactor, en sustitución de Héctor Serrano, un
personaje que era el centro de la crítica por las presuntas grandes corruptelas
que centralizaba, su origen en el Partido Revolucionario Institucional, así
como lo que denominan criminalización del movimiento social que no pongo en
duda, pero en buena medida fue alentado con hechos vandálicos que incluso
dañaron monumentos históricos, a cargo de presuntos grupos “radicales” de
“anarquistas” y que de tales tenían lo que cualquiera de nosotros de
astronautas.
Es para
subrayarse la trayectoria de Mercado Castro en los organismos de corte
feminista de la sociedad civil, pasando por el Partido Alternativa
Socialdemócrata y Campesina, del que fue candidata presidencial en 2006 frente
a Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador, y en tal condición la primera
en reconocer el triunfo del primero la misma noche del 2 de julio, sin que lo
hiciera el Instituto Federal Electoral, y a los pocos días urgió Calderón “a
negociar” con las demás fuerzas políticas. Carlos Monsiváis escribió, cito de
memoria: “Tranquila señora, no coma ansias”.
Errores
políticos aparte, es notabilísima la llegada Dora Patricia, nativa de Cajeme,
Sonora, y aunque Serrano Cortés sigue en la nómina del GDF como secretario de
Movilidad –donde desde los tiempos de Joel Ortega Cuevas
como titular de Transporte y Vialidad, la secretaría era un afamado centro de
la corrupción–, pareciera haberse producido un deslinde
institucional entre Mancera Espinosa y las prácticas que encarna el hombre que
como oficial mayor de la Asamblea de Representantes no fue capaz de entregar
cuentas claras.
Además de
las llamadas cuotas de género, que incluyen a la estigmatizada zacatecana
Amalia García y la expanista Laura Ballesteros, o lo que el doctor denominó “hay un mensaje de
confianza de las capacidades profesionales de la mujer”, algunos futurólogos
ubican la llegada de la economista y antes presidenta del PASC en la
perspectiva del 2018, escenario en el que también colocan a Alejandra Barrales
quien, como se recordará, compitió en las internas del PRD por la principal
candidatura capitalina frente a Mancera y durante un mes ella le regateó el
apoyo en la campaña.
Tiene razón Mauricio López, dirigente del PRI capitalino, cuando afirma que
“Son cambios buenos, pero insuficientes. Los problemas
de la ciudad no se van a resolver sólo cambiando de sitio a la gente, sino
haciendo políticas públicas diferentes”. Pero es una lástima que la misma
fórmula no la exija al primer priísta de México, quien ni siquiera se atreve a
cambiar de chofer.
En efecto, lo que la capital y el país necesitan son principalmente
cambios en las políticas y los programas gubernamentales, sobre todo en los que impidan multiplicar el escandaloso
endeudamiento público interno y externo, permitan superar el mediocre crecimiento económico de los últimos 33 años y estimulen el ingreso trimestral
de los hogares que, según el INEGI, bajó
3.5 por ciento entre 2012 y 2014.
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