Jorge Mújica Murias
No es novedad, pero el anti-inmigrantismo dio la cara de nuevo en Texas, y otra vez en contra de niños que ni la deben ni la temen, por la simple razón de que no tienen nada que ver ni con la decisión de sus padres de tenerlos, ni con el lugar en donde nacen.
foto radiozocalo.com.mx |
Según la abogada demandante, Jennifer Harbury, del Proyecto de Derechos Civiles de Texas, parece que usar ahora el memorándum es una respuesta a la ola de niños y mujeres que se atoraron en la frontera desde mediados del año pasado. “Lo que básicamente están diciendo es que si eres indocumentado no te van a dar papeles para tu hijo”, insiste Harbury. “Parece una forma de venganza de una nación contra sus inmigrantes, aunque las madres hayan estado aquí por muchos años”.
Ya sucedió hace años en Utah, y provocó que México aprobara una ley, equivocadamente, que dice que le darán ciudadanía a los niños hijos de inmigrantes mexicanos nacidos en el extranjero que carezcan de nacionalidad. Digo equivocadamente, porque absolutamente nadie en todo el planeta nace sin nacionalidad. Sea por disposiciones territoriales o sanguíneas, por padre o madre o ambos dos, con la posible excepción de algunos asilados que tienen pasaportes de las Naciones unidas
En el caso de Texas, la ley es clara: los niños son ciudadanos estadounidenses, pero indocumentados, porque sus padres no tienen papeles. Sin papeles, los niños no podrían ir a la escuela ni recibir servicios médicos y sociales. Son ciudadanos despapelados.
Empapelados Allá
Contrasta el caso con la reciente decisión de la Secretaría de Educación Pública en México, que ahora sí le atinó a la piñata. Todos los hijos de migrantes, nacidos en el extranjero y viviendo en México, no necesitarán presentar ni copias apostilladas del Acta de Nacimiento ni traducciones certificadas para registrarse para el año escolar 2015-2016.
Es de celebrarse, porque la costumbre era no dejarlos inscribirse por falta de la copia verde del papelito azul, en completa contradicción con la Constitución que establece que todos los niños tienen derecho a la educación, no solamente los que cumplan los requisitos que un burócrata les puso. Parece que las razones son las mismas que en Texas, pero al revés. Según el subsecretario de Planeación y Evaluación de Políticas Educativas de la SEP, Javier Treviño, “por diversas razones, en años recientes se ha dado un aumento sustancial del número de niños y adolescentes que regresan al país, forzada o voluntariamente, lo que obligó a emprender acciones urgentes para hacer frente a los diversos problemas que se les presentan”.
Pero siempre hay un pero. O varios.
Uno, es que para otro trámites, especialmente la llamada “inserción de Acta de Nacimiento” todavía se necesita el famoso “apostille” y la traducción oficial y la carabina de Ambrosio. La medida de la SEP solamente cuenta para estudiar y punto. Según Angelo Cabrera, de la Alianza Estudiantil México–Americana (MASA), miles de niños viven en México como indocumentados, hijos de migrantes mexicanos que vivieron mucho tiempo en Estados Unidos. Entran como turistas y México les da 180 días de permanencia, pero si no vuelven a Estados unidos se quedan indocumentados. A veces, dice Cabrera, los padres les consiguen Actas de Nacimiento falsas, como si hubieran nacido en México, y la consecuencia puede ser perder su ciudadanía estadounidense.
Y dos, parece que México antes fuera Texas, porque andan haciendo lo mismo con los niños de otros migrantes. Desde hace años, hondureños, salvadoreños y guatemaltecos han denunciado que México no da Actas de nacimiento a sus hijos nacidos en el país. Los burócratas les piden documentos de migración a los padres, sin saber que estos no se necesitan para trámites civiles. Sus padres no pueden ni casarse ni meter a los chavos a la escuela.
Es un caso típico de paja en el ojo ajeno. Por lo menos en México el pretexto es falta de información de los funcionarios públicos. En el de Texas, simplemente racismo.
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